Se cumplen dos años del confinamiento forzoso de Pedro Sánchez. Ocurrió en una catedral del norte de España. El sacerdote, contra todo derecho, se niega a dar la comunión en la boca a un feligrés. Eso sí, al tiempo, reparte formas consagradas a una señora que ni tan siquiera llevaba un recipiente adecuado para transportar la forma consagrada.

Es decir, maltrato al Santísimo, pero precauciones para nuestras personitas. Es evidente que algunos curas siguen teniendo miedo. Y un cura no debería tener miedo, al menos en lo que respecta la eurcaristía.

Se cumplen dos años desde que Pedro Sánchez decretó el Estado de Alarma. Lo peor es que dos años después no sabemos si aquel liberticidio sirvió para algo. Bueno, salvo Sánchez, que asegura haber salvado, él solito, la vida de 450.000 españoles. Es un héroe.

En cualquier caso, la Iglesia no dio la talla. Cedió ante Sánchez e incluso llegó más allá: con cierre de templos y lo más grave de todo: supresión de la eucaristía. Dos años después, algunos curas siguen teniendo miedo a facilitar la comunión en la boca y dos años después seguimos entrando embozados en las iglesias.

No, un cristiano no puede tener miedo a la muerte. O al menos, tiene medios para superarlo. 

Y encima, en España, seguimos con retraso. En Francia, a partir de hoy, no hay que llevar mascarilla en interiores. En España sí.