Ahora bien, en este 1 de noviembre de 2022, sólo quiero advertir que buena parte de la humanidad ha perdido el sentido del pecado...
Aprovechando que vuelve una cierta racionalidad entre las gentes acerca del Covid, podríamos establecer unas hipótesis sobre el virus que, al menos, merezcan ser escuchadas, ya que no aceptadas. Tranquilos, 'tragacionistas': como ocurre con el 99,99% de las hipótesis, estas no se pueden demostrar, pero sí mostrar.
1.Nuestro sistema inmunitario, no las vacunas es el que ha vencido al virus. Como siempre ha ocurrido desde que sabemos de la existencia de microbios.
2.En este caso, la diferencia es que a nuestro sistema inmunitario le ha costado mucho más tiempo del habitual conseguir la victoria sobre el enemigo y que, incluso, éste amenaza con volver bajo otros disfraces.
Con mucho retraso, insisto, lo que da pábulo a la tesis -conspiratoria, naturalmente- de que no fue un virus natural sino artificialmente 'ayudado' desde un laboratorio ubicado al lado de un mercado chino.
3.Alguien, por ejemplo Pfizer, ha aprovechado para vendernos como vacunas inmunizadoras lo que eran tratamientos contra el Covid. Y lo ha hecho a toda velocidad comercial, por lo que se ha saltado todos los protocolos científicos para borrar una vacuna, convirtiendo a toda la humanidad en conejillo de indias de sus experimentos. Las acciones de Pfizer continúan disparadas.
Ergo, las vacunas funcionan: pues no logran la inmunidad pero sí reducen los efectos Covid. Sí, funcionan, sólo que no son vacunas sino tratamientos, y no definitivos.
4.Otro alguien, pongamos los poderes políticos y económicos dominantes, el llamado Nuevo Orden Mundial (NOM) le ha sacado más rendimiento al Covid: ha conseguido con él que toda la humanidad se le someta, dominado por el miedo.
5.En mi opinión, la hipótesis más relevante de todas: el Covid no ha servido para que la gente cambie, es decir para que afronte el riesgo -la vida es riesgo- y la muerte -es lo que viene detrás de la vida- con la esperanza necesaria.
En suma, con el Covid ha cundido el terror apocalíptico. Todo el mundo habla, o peor, apenas habla, sólo en voz baja, salvo en círculos de confianza. Pero se trata de un apocalipsis ateo, donde sólo hay muerte pero no resurrección.
No necesitamos una nueva vida sino una nueva esperanza, no el temor a un nuevo Covid.