Todos somos hijos de nuestro tiempo, y a veces mal que nos pese. Nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos tendrán que pasar también por el embudo que es la historia real, que no es otra que la que hacemos cada uno en nuestro día a día.

Un antes y un después de cada uno de nosotros encorseta nuestras decisiones. Pensamos como nuestros padres y nos amoldamos por nuestros hijos. Y aun así queremos -debemos- mantener los principios que no son tanto nuestros en sí mismos, sino los de nuestros padres, pasados por el tamiz de la experiencia vital, y cómo no, las reacciones sociales, afectivas o laborales que nos han obligado de alguna forma a rebelarnos en un sentido u otro. Y, además de la connivencia -que no tiene por qué ser aceptación- de imposiciones sociales como las tendencias de la moda, los giros ideológicos y los gustos por el estilo de vida, existe también algo en el interior íntimo de cada uno, una extraña violencia que nos incomoda y que quizá por supervivencia terminamos por encajar de alguna forma. Hablo de la conciencia, la religiosidad o la moral de nuestros actos, los deseos, las normas, las tendencias corruptas por las que todos pasamos porque para eso está el mundo, la carne y él, el Diablo, para que no nos olvidemos de que somos seres vivos con el raciocinio que nos proporciona la voluntad y la inteligencia, que no es otra que la libertad.

Junto a todo esto está la percepción de Cristo en el imaginario popular. Un imaginario que fabrica un Cristo moldeado a los tiempos de cada tiempo. Tantas veces manipulado por los que pueden hacerlo, hoy nos hacen ver que ese Cristo no es otra cosa que uno más entre nosotros, otro de igual a igual, ¡un colega, vamos…! Y esto en el mejor de los casos, claro, porque en el espectro social más amplio hay una enorme masa indefensa a causa de su ignorancia, su indigencia moral más ruin, que creen en lo que creen creer y que no es más que sus fantasías personales para sentirse bien con ellos mismos y aceptan al Cristo de sus ignorantes pretensiones religiosas.

 Hoy nos hacen ver que ese Cristo no es otra cosa que uno más entre nosotros, otro de igual a igual, ¡un colega, vamos…! 

La composición socio-religiosa del Cristo de nuestros tiempos pasan por una enorme caída de la ambición intelectual, por el alza del sentimiento como palanca de reacción y la polarización de las ideas, consecuencia de la falta de cultura y miedo al adversario, que por supuesto provoca la clase política que nos toca sufrir, cuya altura de miras es cortoplacista e inculta, sin lugar a dudas. Todavía algunos saben que Cristo no es ese que se adapta a los deseos personales, razonamiento erróneo propiciado por una mal entendida misericordia divina. Cristo está vivo, no volverá a nacer, ni volverá a morir, ni tampoco resucitar. Todo aquello fue necesario para la redención que puso en marcha cuando ascendió a los cielos y que hasta su vuelta gloriosa no acabará. Cristo, nuestro Cristo, es ese que dejó dicho durante su vida, recogida en el Evangelio, el camino a seguir. Nos dijo que ese camino no sería fácil, ni corto, ni largo, que era estrecho y que cogiéramos su cruz y le siguiéramos. Cristo, el de los evangelios, no era un hippy feliz que repartía amor sentimental, ni ensañamientos facilones de palabras biensonantes como consejos de coach… Cristo era realista, directo, claro.

Cristo, el de los evangelios, no era un hippy feliz que repartía amor sentimental, ni ensañamientos facilones de palabras biensonantes como consejos de coach… Cristo era realista, directo, claro

Por otro lado comprendo que en una sociedad de principios líquidos y perspectivas nihilistas, tendentes a la precariedad socioeconómica y amamantados por los dictámenes de un Estado empoderado, el sueño de su Cristo sea precisamente un Cristo dependiente del género que cada uno quiera ponerle, o no. Sea también el modelo de odio que lo argumenta todo, porque cuando se odia a Dios lo demás está justificado, incluso el oido a uno mismo. La percepción de los cristianos de hoy tiene mucho que ver con misas melifluas, cantarinas y emocionales. Misas de testosterona teológica por los suelos y la valentía de ser uno mismo respecto al mundo diluida en bebidas edulcoradas y light…

Los cristianos de hoy necesitan obispos valientes y sacerdotes santos. Laicos definidos que demanden su lugar en la sociedad y el respeto de los demás, siendo consecuentes con su fe que sólo se alcanzará con un formación recia, sin libritos coloreados de soles y mariposas, con catequesis donde se hable a niños y adultos de lo que es ser cristiano, no de lo que te apetece que sea un cristiano.

Ser cristianos es ser discípulo de Cristo. Es decir, que es Cristo quien dice como debemos ser sus discípulos. Todo lo que se salga de este orden conductor son inventos humanos, más o menos atractivos o excitantes, pero siempre dañinos por lo que tienen de deformar lo que Cristo es, le veamos como le veamos.

La religión en el espacio público (Digital Reasons) de  Rafael Palomino. El autor, catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado, expone con claridad lo que se ha venido convirtiendo en un problema de tribunales: la identidad material de lo religioso en general, pero de lo cristiano en particular, ya que la política impulsa una tendencia creciente al derrumbe de los símbolos que han permanecido durante siglos, décadas o años y que ahora se vuelven impolíticamente correctos, como se ve en la destrucción y quitas de cruces en diferentes poblaciones en contra de la opinión popular.

La evangelización de los católicos (Palabra) de Scott Hahn. ¡Qué bueno es este libro! En definitiva es un despertador para dos tipos de mentes, las acomodadas y las que se han ido lejos de la Iglesia. Se trata de recordarnos el objetivo de la nueva evangelización que nos corresponde a todos, a los que estamos concienciados de nuestra responsabilidad como discípulos de Cristo y a los que están en un estado durmiente. El autor explica cómo llevar a cabo esta misión en los umbrales todavía del siglo XXI, en definitiva, una “excelente guía para ayudarte a entender y vivir lo que significa ser católico…”.

Una participación activa… (Grafite) de Paul Josef Cordes. Con el subtítulo "Aproximación pastoral a la celebración de la eucaristía en pequeñas comunidades" nos conduce al corazón de los cristianos: la Eucaristía, en el sentido de que para la unidad es un dato teológico reconocido a lo largo de la historia de la Iglesia, que siempre ha estado convencida de que este sacramento significa y crea la unidad de la comunidad.