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La socialdemocracia, la fórmula de pacificación social que se implantó en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, se ha instalado finalmente como una religión summa que impide otra forma de pensar que no sean los cánones de sus dogmas de lo políticamente correcto y sus máximas obligadas de diversidad sexual y cultural. Por supuesto, bien enjabonado con dosis de solidaridad y buenismo sentimental.
La democrática Europa, no solo no permite pensar de otra forma, es que tampoco admite otras formas de gobierno que no sea la democrática. Es decir, la liturgia en la que sus feligreses participan con gusto como a una fiesta con barra libre, pero tan despistados que no saben que ya les han cobrado con creces las consumiciones, las propias y las de los organizadores. Quizá es por lo que se empeñan en la puritana estabilidad en la uniformidad de pensamiento, que cuando en determinados países se dan casos como los de Hungría que defiende con ahínco sus fronteras, Polonia la vida o en España surge un grupo político que defiende la unidad de España, y dice alto y claro que rechaza la ideología de género como modo de adoctrinar a la sociedad desvirtuando a la familia y la razón antropológica natural, se les marca con el prefijo ultra: ultraderecha, ultracatólico, ultramachista...
La democrática Europa, no solo no permite pensar de otra forma, es que tampoco admite otras formas de gobierno que no sea la democrática. Es decir, la liturgia en la que sus feligreses participan con gusto como a una fiesta con barra libre, pero tan despistados que no saben que ya les han cobrado con creces las consumiciones, las propias y las de los organizadores
Por eso voy a hablar de ultras. De la manipulación de esta palabra para decir lo que no sabes cómo decir, en una especie de embudo donde todo cabe y sale a presión por el lado agudo. Ultra, facha, xenófobo… Una serie de palabras que sin ton ni son, descontextulizadas de su propio significado, se usan para emprenderla a palos con los que no piensan como ellos, dando un significante en el que vale todo con tal de marginar a quien no piense igual. Sin embargo, ultra es quizá otra cosa más real aunque no se vea a primera vista. En este circo loco, donde nadie sabe lo que quiere aunque crea saber lo que dice, muchos piensan que están en lo cierto porque su pensamiento coincide con el de la mayoría, o peor, porque asumen de forma acrítica lo que en la televisión de turno les cuentan, ya sea como información o entretenimiento, que al fin y al cabo, a esta altura de la película ya todo es uno.
Ultra, en definitiva, es ser socialdemócrata, porque gracias a este sistema y a la democracia que lo engrasa, con la verdad consensuada en el Congreso, conviertan en necedad todo aquello que no aplauda la muerte, la separación, la ruptura, la discordia…
De esta forma, ultra son los partidos nacionalistas cuando imponen y chantajean a todo un país por razones ideológicas, que no políticas y mucho menos históricas. Ultra es permitir que personas que mataron por sus ideas sin razón, ahora estén en las instituciones. Ultra es la imposición homosexualista en los colegios, desautorizando a los padres de las criaturas. Ultra es impedir que aquellos que desean salir de su estado de “opción” homosexual, no puedan hacerlo bajo pena de multa o cárcel a sus médicos y ellos mismos. Ultra es que a las mujeres embarazadas solo se les sufrague la solución del aborto y no la de querer o poder tener un hijo. Ultra es que una sección de las denominadas feministas, traten de colapsar la condición de mujer restringiendo a las demás a inútiles. Ultra es pretender que un partido legal votado por millones de españoles con derecho legal, se pretenda arrinconar y no darles ni la baza de la palabra. Ultra es legislar leyes que arrinconan a una parte de la sociedad por el mero hecho de ser lo que son. Ultra, en definitiva, es ser socialdemócrata, porque gracias a este sistema y a la democracia que lo engrasa, con la verdad consensuada en el Congreso, conviertan en necedad todo aquello que no aplauda la muerte, la separación, la ruptura, la discordia…
Y así llegamos también a los antisistema, que fíjate tú, no son precisamente los que acuden a manifestaciones agresivas, rompiendo, gritando, insultando y faltando a las leyes -por supuesto socialdemócratas-. Esos antisistemas son los que van contra el sistema, los que luchan contra lo establecido y son marginados en los medios de comunicación porque no interesa oír lo que dicen. Y esos antisistemas son los cristianos de a pie, los que verdaderamente creen y practican con el fundamento de la fe, la esperanza y la caridad, y no con el fundamentalismo religioso que solo empuja a otros sistémicos de signo contrario a la calle y que reniegan con su comportamiento y el odio de su Dios. La lucha sin un credo que comprometa la moral y el bien al prójimo, son tan peligrosos como los demás. Y las formaciones políticas cuyos principios son cristianos, es decir, defensores de la vida, de la dignidad, del derecho y la justicia impartida como lo que debe ser, es decir dar a cada uno lo que le corresponde, tambien son ultras, y antisistema.
La dictadura progre (Sekotia) Pablo Molina. El progresismo es una religión, laica, pero una religión al fin y al cabo, con sus dogmas, sus numerosas congregaciones, sus profetas y sus verdades reveladas.Tal vez por ello los vicarios de la secta se atreven a dictar al mundo diariamente cómo debe conducirse. Este entretenidísimo libro de Pablo Molina, trata de un sencillo repaso por los orígenes intelectuales de la izquierda, para demostrar que nada es casual en el pensamiento progre. Es el resultado de la transformación táctica del marxismo, de su apuesta por cambiar y confundir la cultura para así transformar la realidad.
La dictadura del relativismo (Buena Nueva) Ramón Domínguez Balaguer. Pues sí, el autor expone el relativismo a la luz de las escrituras, lo que de alguna forma le da altura de miras. Un repaso por la Biblia y algunos de sus personajes nos hacen ver que los principios de Dios no son algo que muta según las circunstancias humanas, sino que más bien sienta las ideas y por lo tanto se han visto perseguidos en diferentes momentos de la historia. Lo de hoy no es nuevo, aunque se aprecie de forma más convulsiva.
Cómo hablar con un progre (Deusto) Gloria Álvarez. La neoliberal autora, en las que en muchas cosas no coincido y en otras estoy en desacuerdo, en este libro da en el clavo al tratar de explicar al mundo racional cómo enfrentarnos al discurso progre y cómo salir ileso de él. Hace uso de una irónia afilada que alegra el corazón de quién lo lee, por supuesto si no eres o no te consideras progre, porque si llegaras a tener algún ligero tinte de progresismo, saldrás escaldado y huyendo del libro como alma que lleva el diablo. Álvarez analiza las creencias y el vocabulario de los progres y saca a la luz tendencias como el apoyo a todo tipo de movimientos sociales (ecologismo, feminismo, pacifismo...), el doble rasero para las relaciones internacionales y, en general, la atribución de culpas al enemigo.