La tiranía científica en la que vivimos nos lleva a absurdos como este: que necesitemos un estudio, científico faltaría más, para demostras algo tan obvio como que después de la adolescencia se puede cambiar de opinión y de deseo. Puede suceder con la sexualidad, los gustos, las aficiones... y ahora unos científicos de Países Bajos han encontrado evidencias para asegurar que casi dos tercios de los menores que habían deseado pertenecer al sexo opuesto en la adolescencia finalmente se sintieron cómodos con su sexo biológico al llegar a la adultez.

El estudio se ha realizado durante 15 años en 2.772 personas que decían sentirse infelices con su sexo, los investigadores de la Universidad de Groningen en los Países Bajos obervaron como al principio, con 11 años, muchos de ellos manifestaban su deseo de haber nacido con el sexo opuesto, el porcentaje disminuía al 4% con 26 años. Cosa que hemos podido observar con la cantidad creciente de trans arrepentidos.

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“La insatisfacción de género, si bien es relativamente común durante la adolescencia temprana, en general disminuye con la edad y parece estar asociada con un peor autoconcepto y salud mental a lo largo del desarrollo”, explicaron los investigadores.

El estudio también encontró que los participantes que tenían una orientación sexual no heterosexual tenían más probabilidades de informar malestar sobre su sexo durante la adolescencia y la adultez temprana. Algo que ya advirtió la ministra de Igualdad de Reino Unido, hablando de la "epidemia de niños gay a los que les dicen que son trans". 

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Mary Rice Hasson, directora del Proyecto de Persona e Identidad en el Centro de Ética y Políticas Públicas de Washington D.C. en Estados Unidos, aseguró que este estudio demuestra “lo que la mayoría de los padres saben intuitivamente”.

“Un niño que experimenta descontento acerca de su cuerpo en desarrollo, o la perspectiva de madurar hasta convertirse en una mujer o un hombre, tiene una abrumadora probabilidad de superar esos sentimientos, sin intervención”, sentencia Hasson.

Además, se muestra preocupada por la presión que se ejerce sobre los padres para que proporcionen medicamentos y procedimientos que cambian la vida de sus hijos, cuando lo que necesitan es tiempo: “Desafortunadamente, lo que nuestros hijos no están recibiendo hoy es tiempo, tiempo para experimentar y superar las etapas naturales (a veces dolorosas) del crecimiento puberal, junto con la tranquilidad de que, con el tiempo, eventualmente se sentirán cómodos en su propia piel”.

“La pubertad no es una enfermedad, es un proceso natural de crecimiento. A veces es incómodo, pero, como muestra el estudio, el malestar disminuye con el tiempo”.

A ojos de Hasson, en cambio, “los médicos y consejeros sobre temas de género convencen a los padres de que sus hijos están en crisis y necesitan bloqueadores de la pubertad u otras intervenciones hormonales. No es cierto. Lo que realmente necesitan es tranquilidad y tiempo para madurar”.