Una de las cosas que aprendí de San Josemaría, el fundador del Opus Dei, en concreto en su brillante homilía sobre la Fiesta de la Ascensión, que celebramos días atrás, es que "la caridad no está en dar sino en comprender". Y añadía: "el apostolado cristiano no es un programa político, ni una alternativa cultural: supone la difusión del bien, el contagio del deseo de amar, una siembra concreta de paz y de alegría. Sin duda, de este apostolado se derivarán beneficios espirituales para todos: más justicia, más comprensión, más respeto del hombre por el hombre". 

Y, añado yo, esos beneficios espirituales se traducirán de inmediato en beneficios materiales, porque ninguna economía puede funcionar sin el principio primero de justicia, que consiste en dar a cada uno lo suyo y algo más... sin la comprensión hacia el otro, basada en la convicción de que mañana puedo ser yo el protagonista de lo que hoy tanto critico. Finalmente, ninguna economía puede funcionar sin ese respeto del cristiano que ve en el otro hombre, quizás un competidor, sí, pero siempre un hijo de Dios. De otro modo, el progreso no es posible o consistirá en el progreso actual: ricos especuladores frente a legiones de pequeños propietarios siempre al borde de perder su propiedad, siempre al borde de la ruina.

Conclusión: No hay política económica más justa que la de fe en Cristo. La caridad no está en dar sino en comprender... y, pro tanto, la justicia también... y la distribución de la riqueza lo mismo. 

El 'angelismo' repite aquel triste esquema de que "una cosa es la santa pobreza y otra la puta miseria". Está bien repartir bocatas pero es mejor comprender al prójimo, porque con la comprensión llegará el bocata pero con el bocata puede que la comprensión no llegue nunca

Y ahora voy con la segunda parte: lo tiene muy difícil León XIV, también para combatir la mentalidad onegera que anida en la misma Iglesia.

Nuestro televisivo padre Ángel constituye un vivo ejemplo de esta mentalidad chata, encima presumida, incapaz de elevarse porque predica que la caridad prescindiendo del origen de toda caridad y de toda justicia, Cristo. El angelismo repite aquel triste esquema de que "una cosa es la santa pobreza y otra la puta miseria". Está bien repartir bocatas pero es mejor comprender al prójimo, porque con la comprensión llegará el bocata pero con el bocata puede que la comprensión no venga nunca. 

Además, la comprensión siempre la da uno, sale del propio bolsillo, del propio corazón, mientras que el bocata suele pagarlo un tercero, no el 'voluntario' de las ONG, precisamente. Por cierto, ¿Se han fijado en que el número de voluntarios de las ONG disminuye mientras aumenta el número de profesionales, o sea, los que cobran, ejerciendo una caridad exhibida ante las cámaras? Recuerden: en el acrónimo ONG sobra la "n" porque se alimentan de dinero público, esto es, del dinero de los demás.

¿Se han fijado en que el número de voluntarios de las ONG disminuye mientras aumenta el número de profesionales, o sea, los que cobran, ejerciendo una caridad exhibida ante las cámaras? Recuerden: en el acrónimo ONG sobra la "n" porque se alimentan de dinero público, esto es, del dinero de los demás

Además, repito: la Iglesia como ONG en un desastre. La liquidez de la Iglesia universal apenas alcanza el presupuesto de Andorra. La iglesia tiene mucho patrimonio y poca liquidez. Es el esquema que no desea ningún profesional de la inversión porque las piedras no hay manera de invertirlas ni de rentabilizarlas

Pues eso, que entre las muchas asignaturas pendientes de León XIV -la mayoría giran alrededor de una restauración doctrinal, que acabe con la confusión doctrinal actual- también radica la de abolir en el seno de la Iglesia la mentalidad onegera porque, señores, la caridad, antes que en dar, que también, no está en dar, está en compartir.