El capacísimo Leonardo Castellani, a quien vuelvo a citar con gusto, realiza la siguiente glosa de la parábola más difícil de entender de todo el Evangelio. Lo hace con la siguiente -un poco larga pero enjundiosa y divertida- glosa. Ahí va:

 "Dios podía haber dispuesto los sucesos de este mundo de tres maneras: 

1. Que a los buenos les fuese siempre bien y a los malos siempre mal.

2. Al revés: siempre mal a los buenos, siempre bien a los malos. 

3. Mezclando bienes y males a buenos y malos, con una preferencia de males a los santos y a los idiotas. Dios prefirió el plan 3 y si ustedes lo piensan un momento, verán que está muy bien.

El hombre, por su libertad: ni a los buenos les tiene que ir siempre bien ni a los malos les tiene que ir siempre mal

Si a los buenos siempre les fuese bien y mal a los malos, plan 1, simplemente no habría buenos porque todos serían buenos a la fuerza: se suprimirían el mérito, la bondad, la virtud, la santidad y hasta el mismo libre albedrío. Sería imposible ser malo. Esto es el estado de los animales: no pueden ser malos… ni buenos tampoco. Son animales. 

Si al revés, a los buenos siempre les fuese mal, la bondad se volvería imposible, porque no habría ser humano capaz de soportarla: habría que ser ángel.

Dios escogió el tercer plan: hacer salir el sol sobre los buenos y los malos y llover sobre los justos y los injustos y que cada cual procure tomar el solecito y aprovechar el agua lo mejor que pueda. Y si a un católico, por idiota o descuidado, se le rompen las acequias, que no le eche la culpa a Dios y que no ande diciendo que 'bien dijo Cristo que los hijos de este siglo son necesariamente más felices en sus negocios que los hijos de la luz'. Cristo no dijo eso".