Días atrás, escuchábamos el discurso, bien documentado, de la presidenta de la Plataforma de persona Afectadas por la Prostitución. Se ve que, al igual que Rakel, la prostituta que escribió a Pedro Sánchez, las meretrices de hoy son más letradas que las de ayer. Y ojo: por personas afectadas por la prostitución no se refiere, por ejemplo, a la mujer cuyo esposo le traiciona con prostitutas sino a meretrices y clientes. Más que ‘afectadas’ yo diría que son protagonistas. Han escogido ese oficio, esa práctica, porque les ha venido en gana. 

La prostitución es, antes que ilegal, inmoral. Ana Botella hizo bien aunque fracasara en su intento: a la prostituta hay que ayudarle a que salga de la tan alienadora actividad, no a que persevere en ella en mejores condiciones sanitarias. Y si no se plantea salir no debe recibir ayduas públicas. Recuerden: el debate sobre la prostitución no debe consistir en si es legal o ilegal: debe consistir en que es inmoral. Por tanto, ¿el proxenetismo debe ser perseguido? Por supuesto, pero la prostitución también: la prostituta también es culpable.

Nos preguntamos por qué somos una sociedad tan obsesionada por el sexo, cuando la respuesta está ante nuestros ojos: por la pornografía y por la impudicia generalizada. Esta sociedad huele a semen

En resumen, antes que legalizada, la prostitución debe ser repudiada. Vender el propio cuerpo por dinero es algo que nadie se debe plantear y mucho menos normalizar. 

A todo esto, nos preguntamos por qué somos una sociedad tan obsesionada por el sexo, cuando la respuesta está ante nuestros ojos: por la pornografía y por la impudicia generalizada. Tenemos la cabeza llena de sexo, por eso se multiplica la prostitución. Pero vaya usted a plantearle a un gobierno progresista la lucha contra la pornografía: los progres son los primeros pornógrafos.