Gran polémica sobre la prostitución. Nuestro bienamado presidente del Gobierno aprovechó el Congreso Federal del PSOE para hablar de abolir la prostitución.

Es curioso: hace un par de lustros, los progres luchaban por la legalización de la prostitución. Antes era un objetivo de libertad sexual, ahora es una explotación de la mujer.

Es igual, lo políticamente correcto cambia, por eso es tan dífícil venerarlo como a un dogma, que posee carácter de permanencia. 

La tontería de sancionar al usuario y salvar a la prostituta puede quedar bien en la tribuna del Congreso, pero es injusta: ambos deben ser sancionados

Por su parte, asegura Jorge Buxadé, de Vox, que prohibir la prostitución, tal y como parece que ha decidido el PSOE en su Congreso Federal, es como prohibir el hambre. Pues no, Don Jorge, se equivoca: se come para sobrevivir, no se fornica para sobrevivir. 

Y en cualquier caso, la prostitución es inmoral -sí ese adjetivo que ningún medio de prensa se atreve a utilizar-. Por tanto, prohibir la prostitución en el BOE es algo parecido a condenarla… y algo es algo. ¿Que previsiblemente resulte una norma más conocida por su incumplimiento que por su observancia? Probablemente. Pero las leyes no deben ser fáciles sino justas. Si resultan de difícil aplicación es cuestión secundaria. Prohibir algo tan repugnante como la utilización del propio cuerpo para comerciar, sea de grado o por fuerza, es una buena idea.

Volvamos al PSOE. La verdad es que los socialistas no han dicho eso, casi nunca se sabe lo que dice realmente el PSOE, sino que están pensando en multar al cliente de la prostituta, malo y machista, pero no a la prostituta… sin cuya participación el negocio es imposible. 

Y asegura la más feminista Irene Montero que no sancionar al cliente no mejora la situación. La verdad es que cuando se trata de doña Irene no está claro que ella misma sepa qué es lo que piensa, pero Podemos apuntó en su día hacia la ilegalización de la prostitución.   

Legalizar la prostitución es perpetrar una injusticia

Pues bien, tienen un precedente: el de Ana Botella. Siendo concejal del Ayuntamiento de Madrid, puso en marcha una campaña para ayudar a las prostitutas. Si eran extranjeras se les facilitaba el regreso a su país. Si eran españolas, se les intentaba formar y ofrecer un trabajo, a cambio de que abandonaran el oficio. El éxito apenas superó el 1%. ¿Por qué? Pues porque muchas prostitutas quieren seguir siendo prostitutas. El proxeneta es el peor, el usuario es un desvergonzado, pero la prostituta que quiere seguir ejerciendo, también es culpable. Lo suyo es inmoral.