Lo primero: leer la carta que la prostituta (ningún insulto, ella se califica así y se siente orgullosa de ello) Rakel le escribe a Pedro Sánchez Pérez-Castejón para pedirle que la prostitución no sea abolida. Ahí va:

Pedro Sánchez recibirá la carta de Rakel

“Me llamo artísticamente Rakel. Soy española de 41 años. Cursé y terminé la carrera de Psicología en Salamanca (Universidad pontificia) este año mi único hijo ha comenzado sus estudios universitarios en la misma universidad.” “Yo soy trabajadora sexual y al igual que ustedes, señores diputados, trabajo para que mi familia y yo misma podamos optar a lo mejor en diferentes aspectos. Soy una de tantas que dejó su trabajo, vocación y despacho propio por este otro empleo que felizmente desempeño desde hace siete años.” “Que especulen y mientan sobre nosotros es algo que mi cabeza no llega a comprender. ¿Por qué no se toman cinco minutos de su valioso tiempo para conocernos? Detrás de cada una de nosotras hay vidas, personas, familias que con la aprobación de su ley abolicionista, las van a destruir por completo. ¡Escúchennos!” “Ni mis compañeras ni yo misma queremos dejar de ejercer el trabajo que elegimos en su día, son nuestras vidas y son nuestras decisiones. Nos echa a la calle si nos dejan si lugar/espacio para trabajar. Nos dejan sin economía si penalizan a nuestros clientes”.

De entrada, nuestra prostituta tiene nombre “artístico”. Esto demuestra uno de los signos de nuestro tiempo: la normalización de lo anormal. La sociedad gozará de buena salud psíquica por mucho que se extienda la prostitución... siempre que considere que irse de putas es algo condenable. Desde luego, que no es actividad artística sino la satisfacción animal de un instinto, desprovista de afecto y, no digamos nada, de compromiso alguno. Pero si le empezamos a llamar arte, entonces tenemos un problema.

Segundo. Nuestra prostituta no es una paria: es licenciada en psicología por la Pontificia de Salamanca. La verdad, no sé qué enseñan en la Pontificia de Salamanca últimamente, pero nuestra Rakel debió quedar contenta con el programa académico porque asegura que ha enviado a su hijo a estudiar lo mismo y al mismo centro académico. Aconsejo al Papa Francisco que revise la enseñanza que se imparte en los centros de estudios superiores de la Iglesia. Oiga, en cualquier caso, ¡cómo está la psicología!

El problema de la ministra de Igualdad es que sólo conoce un dogma: la mujer siempre es santa y el varón siempre es un canalla. Y como resulta que no es verdad...

¿Y qué quiere Rakel? Quiere que Sánchez no ilegalice la prostitución porque va a dejar en la calle a muchas familias. Hombre, si aplicamos el mismo razonamiento al robo, el homicidio o la violación, mucho me temo que vamos a tener que darle la vuelta a todo el Código Penal. 

El empleo que felizmente desempeño desde hace siete años”. ¡Ah, pero si lo políticamente correcto es decir que ninguna mujer quiere ser prostituta, que siempre anda forzada por proxenetas perversos que practican la trata! Pues Rakel ejerce felicísimamente su profesión. Incluso aclara que la mayoría de las prostitutas practican su profesión de forma libre y voluntaria… y hasta supongo que dichosas porque pueden enviar a sus hijos a estudiar a la Pontificia de Salamanca, una gran universidad.

Este es el gran secreto que nuestra Irene Montero oculta. Porque, claro, ella quiere abolir la prostitución en seguimiento de su principio primero: toda mujer es santa, todo hombre es perverso. Si existen prostitutas es porque son forzadas por el hombre pérfido. Pues resulta que Rakel, con 'k' de kilo, responde que no, que es muy feliz vendiendo su cuerpo, y que discutirle su forma de ganarse la vida no es “democrático”. 

Sí, la prostitución debe ser abolida pero no al modo feminista: hay que proporcionar a la prostituta una alternativa de vida. Y si no, abandonarla

¿La causa de todo este destino? Pues mire usted, que hemos perdido el sentido del pecado, ergo, hemos perdido el sentido común. Y así, la ministra de Igualdad quiere abolir la prostitución, no porque le parezca mal vender el propio cuerpo, sino porque hay un varón que está esclavizando a una mujer. A partir de ahí, todo es pensamiento invertido, o sea, disparate total. A partir de ahí, la feminista Irene pierde el rumbo porque ha perdido los principios y se ha atenido a uno: la mujer es siempre santa, el varón es siempre perverso. Y entonces es cuando Rakel le dice que no es así, que ella es prostituta porque le viene en gana y que si penaliza y persigue a sus clientes le está destrozando su negocio, porque es el cliente quien lo mantiene en pie.

Desde un punto de vista moral, sí, moral, lo único aceptable para una ser racional consiste en aceptar que en el negocio de la prostitución no hay dos malos -proxeneta y cliente- y una buena, la mujer, sino tres malos: proxeneta, cliente y prostituta. 

O la prostitución es buena o es mala. Si es mala, y parece que la inmensa mayoría, incluido muchos clientes consideran que lo es, no puede ni legalizarse ni promocionarse… que es lo mismo. Si es buena, no se le puede poner trabas ni condenarla. 

Pero no lo duden: esta posición resulta fascista para la buena de Irene Montero y para el bueno de Pedro Sánchez, pruebas vivientes del pensamiento invertido. Claro, no han estudiado en la Pontificia de Salamanca.