El Partido Popular Europeo (PPE), es decir, la vetusta Democracia Cristiana de la postguerra, es decir, el creador de la Unión Europea, de la mano de Robert Schuman, está en crisis terminal. Sí, ya sé que las encuestas (todas excepto, en España, la del CIS, naturalmente) le dan ganador en las elecciones del próximo 12 de junio (9-12 para ser exactos) pero un partido debe ser un conjunto de ideas, no de intereses, y aun cuando consigas mantener los intereses mediante el triunfo en las urnas, si estás muerto no te mueves: tan solo puedes ocupar un cargo. 

La expectativa para la elecciones europeas del 9 de junio es que la llamada nueva derecha (feo nombre), también conocidos como conservadores y en España como ultraderecha, arrebate la victoria a la Democracia Cristiana del PPE, que ya tiene mucho más de demócrata que de cristiano, a un continente cansado, muy cansado, de la alternancia ficticia entre un progresismo de izquierdas y un progresismo de derechas; en economía, alternancia entre una socialdemocracia de izquierdas (PSOE) y una socialdemocracia de derechas (PP).

Estamos ante una gran oportunidad de las fuerzas políticas que nuestro Sánchez califica como internacional de ultraderecha. 

Pero, cuidado, ante la crisis de la Democracia Cristiana hay que dejar claro cuál es el sustituto. La nueva derecha europea será cristiana en filosofía y liberal en economía... o será mero nacionalismo, incluso de corte fascistoide. Recuerden: ¿qué es el fascismo? Es la deificación de la patria o de la nación. Y la patria y la nación son muy importantes... pero no son Dios. No hay que adorar a la patria, en ocasiones, incluso, el patriotismo consiste en reprocharle lo que hace mal. O sea, lo que hacemos mal los 'patriotas'. Pero la nación no tiene entidad personal: Dios sí.

El obispo de Alicante, José Ignacio Munilla, a quien admiro por su valentía, ha disertado contra la nueva derecha, precisamente porque piensa que estamos hablando de neofascismo y el fascismo fue condenado por la Iglesia antes que por cualquier otra institución, al igual que condenó el nazismo y el comunismo... antes que nadie, ha puesto en entredicho lo que él llama La Nueva Derecha. Y no me extraña. Ese nombre viene de Francia, 30 años atrás, cuando los gabachos, tan suyos ellos a la hora de crear ideas nuevas de viejos conceptos, aseguraron haber creado una nueva derecha que no era otra cosa que capitalismo ateo y fascismo no racista, no nazi.   

Hay que aprovechar la crisis del progresismo. En puridad, no se necesita una nueva derecha europea sino que la Democracia Cristiana vuelva a ser cristiana y demócrata, que no progre

Ahora bien, los principios cristianos han desaparecido en la Democracia Cristiana y gente como Feijóo o el PNV y Junts, no sólo han dejado de ser cristianos: son claramente cristófobos. Por tanto, y ante la oportunidad histórica de las elecciones al Europarlamento, lo que hay que hacer es recrear una democracia cristiana capaz de defender a la persona, la familia, la libertad religiosa de los católicos -claramente en peligro- y la propiedad privada. 

Digo que, ante la crisis de la Democracia Cristiana, la nueva derecha europea será cristiana en filosofía y liberal en economía... o acabará en mero nacionalismo, siempre caduco. Sobre todo, en un mundo globalizado, con globalización asimétrica y desgraciada, sí, pero globalizado, no por la ideología sino por la tecnología. 

Por ahora, lo que más se acerca a ese modelo, cristiano en filosofía y liberal en economía, es, curiosamente, Giorgia Meloni, que no es una pía católica e incluso tiene connotaciones fascistas en su juventud. Aunque la coherencia siempre acaba reclamando su sitio, para ser una política católica no hace falta ser un país católico sino mantener con valentía esos principios católicos.

Desde luego, esa esperanza de recristianización de la política europea pasa por Giorgia Meloni, y debiera pasar por Santiago Abascal, pero no por la francesa Merine Le Pen ni por la nueva derecha alemana, que, en efecto, son ateas. 

En esta nueva derecha aparece el húngaro Viktor Orbán, no por derechista, sino por cristiano, así como el anterior gobierno polaco de Morawiecki, o los países del viejo bloque comunista, a los que el progresismo de salón de la nueva izquierda (es decir, los socialistas convertidos en progres) no pueden engañar: ellos sí han vivido el comunismo.

En puridad, no se necesita una nueva derecha sino que la Democracia Cristiana vuelva a ser cristiana y abandone el cáncer de la democracia, que es el progresismo. Esta es una oportunidad para el 9-J. 

El Estado no es más que la mayor de las multinacionales... y la mayor distorsión de los mercados

En España, todavía, la crisis ideológica, gane o no las elecciones el PP, nos lleva a que un católico consecuente deba votar a Vox, el único partido parlamentario que, con calzador, defiende los principios cristianos que redujera a cuatro Benedicto XVI: vida, familia, libertad de enseñanza y bien común.  

En el caso de Vox, es el único partido en el que coincidían filosofía cristiana y economía liberal. Sin embargo, me preocupa que Santiago Abascal haya prescindido de los pocos liberales que tenía en su partido. Piensan los Vox de alma azul y piensa un tal Pedro Sánchez, que el liberalismo es capitalismo, cuando lo cierto es que conviene distinguir: capitalista es el partidario de la empresa privada y de los mercados privados, mientras liberal es el partidario de la propiedad privada. No, no es lo mismo: un carterista puede ser un partidario de la empresa privada pero no se le podrá considerar jamás partidario de la propiedad privada. 

La lucha entre capitalismo y liberalismo -insisto, no es lo mismo- no es la lucha de lo público contra lo privado sino de lo grande contra lo pequeño

Pues eso, la lucha entre capitalismo y liberalismo -insisto, no es lo mismo- no es la lucha de lo público contra lo privado sino de lo grande contra lo pequeño. El Estado no es más que la mayor de las multinacionales y la mayor distorsión de los mercados.

No estamos en la lucha de privado contra lo público sino de lo grande contra lo pequeño.

En cualquier caso, ante la crisis de la Democracia Cristiana europea, la nueva derecha europea debe ser católica en filosofía y liberal en economía... o degenerará en mero nacionalismo. El 9 de junio se abre una ventana de oportunidad. Sería bueno que Vox la aprovechara para marcar posición... porque al señor Abascal le veo aburguesado. Es como si no quisiera ser presidente del Gobierno sino auditor de Moncloa. Y para ese viaje no hacían falta esas alforjas. 

El 9-J es una oportunidad para una nueva Europa, más cristiana, es decir, más sensata, y más liberal, es decir, una Europa donde impere la meritocracia.

Y todo lo anterior, ¿tiene algo que ver con el debate preelectoral, donde la estrella fue la candidata del PP, la abortera alemana Ursula Von der Leyen, eximia representante de nuestra peor derecha progre? Sí, tiene mucho que ver porque la todavía presidenta de la Comisión Europea, admitió que parte de esa pérfida ultraderecha europea no es tan radical. En concreto, absolbió a Giorgia Meloni...  sabedora de que necesita sus votos, Pero sólo por eso. En cuanto pasen las elecciones, esta correveidile germana, representante de la Democracia Cristiana, hoy degenerada, volverá a calificar de ultra a todo aquel que se atreva a defender los principios no negociables de Benedicto XVI: vida, familia, libertad de enseñanza y bien común. ¡Con decirles que se entiende a las mil maravillas con Pedro Sánchez!