De lo más triste. Ante la crisis económica, ZP no ha optado ni por la vía liberal ni por la socialdemócrata: ha optado por el capitalismo de Estado, o economía de las píldoras amargas, que podríamos definir así: el ciudadano trabajando para el Estado, cuando lo lógico es lo contrario. Se reduce el sueldo. No está mal, pero el sueldo de un político es poco representativo de su nivel de vida, porque todo se le da gratis. Mejor sería que, puestos a reducir, hiciera lo que se está planteando la canciller alemana, Ángela Merkel: reducir por ley los abusivos salarios de los altos directivos germanos.

La media más importante contra la crisis: reducción de un 30% del empleo público. Menos funcionarios, claman algunos. Pero no, es una noticia bien triste porque la oferta de empleo público corre pareja a la inversión pública. ¿Por qué no se anuncia la cancelación de inversión pública?: pues porque es más fácil no agotar el presupuesto previsto. Lo demás es tan morralla que ningún periódico lo ha destacado.

¿No se le ocurre nada más al Gobierno?

Veamos, ante una crisis económica y una reducción del crecimiento tan bestial, sólo caben dos opciones: la opción liberal, que no capitalista, y la socialdemócrata. La primera consiste en reducir la carga impositiva y con ello incrementa el consumo y con ello la producción. La otra es de corte socialista o socialdemócrata: consiste en políticas keynesianas de aumento de la inversión pública. Por ejemplo, toda la obra del agua o la necesaria reforestación, además de las necesarias infovías y el aumento de la generación y distribución energética se ofrecen por sí mismo para utilizar la mano de obra sobrante en la promoción de vivienda residencial.

Pero ZP y Solbes no han optado por la vía liberal ni por la socialista. Es cierto que tanto una como otra podrían acabar con el impoluto historial del Gobierno ZP en materia de superávit fiscal, pero es que ese historial ha sido logrado gracias a un fuerte incremento de la presión fiscal, la misma que agobia a los ciudadanos. En definitiva, sea por reducción de ingresos o sea por aumento del gasto, por la vía liberal o por la socialista, el Estado entraría en déficit público.

Pues bien, que entre. No es bueno el déficit fiscal, pero peor es que el déficit familiar. La doctrina de las píldoras amargas nos dicen que lo importante es que la economía nacional marche bien, y las economías particulares mal. Así el ministro de turno puede presumir de buena gestión aunque los dos ciudadanos las pasen canutas para llegar a fin de mes. Porque sí: dado el análisis económico en boga, puede darse la curiosa paradoja de que la economía marche bien y las economías marchen muy requetemal.

Ante una crisis los buenos políticos exigen a los ciudadanos trabajar más. Por ejemplo, prohíben las prejubilaciones, retrasan la edad de jubilación o aumentan la jornada laboral. Medidas que no suelen provocar grandes protestas. También pueden bajar los impuestos y los tipos para que aumente el consumo. También pueden aumentar la inversión pública, especialmente en infraestructuras, según la máxima de Keynes: si hay 100 obreros en paro, 50 a cavar hoyos y 50 a rellenarlos. Ya ambas soluciones, la liberal o la socialista son discutibles, pero al menos son soluciones propias de un buen político. Por el contrario, el mal político mantiene la presión -y represión- impositiva, reduce la inversión pública y pide a los ciudadanos que se aprieten el cinturón, a lo que éstos, con buena lógica responden: ¿Y por qué no se lo aprieta usted?

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com