El pacto escolar es una broma de un tonto útil llamado Ángel Gabilondo, a la sazón ministro de Educación.

El cheque escolar ni se menciona, lo que demuestra lo poco que le importa al Partido Popular y a los empresarios de la educación la libertad de enseñanza. Por lo demás, se trata de asfixiar económicamente a los colegios concertados. Se impone la educación neutra, es decir, anticristiana. Se pretende una generación aborregada, sumisa al poder.

El pacto escolar está difícil, aseguran en el PSOE y en el PP. Diría que está imposible y que, si se lleva a efecto, no sería bueno. Lo cual resulta extraño, por cuanto, socialistas y populares tienen una visión muy similar sobre la escuela. Por de pronto, ambos piensan que la escuela no es un lugar donde se forman niños sino donde se instruyen los dirigentes del mañana, los suyos y los nuestros. Es una cuestión de poder.

La educación sigue moviéndose entre funcionarios y empresarios. Los primeros quieren empresas públicas y contenidos relativistas. Los segundos, sean religiosos o laicos, quieren conciertos y demanda asegurada, aunque tengan que ceder en contenidos frente a la progresía gubernamental. Ni unos ni otros la libertad educativa. Son los hijos, y en su nombre los padres, mientras son pequeños, los que poseen ese derecho. El pacto de Gabilondo es un fraude y un fraude interesado, que no en vano este ex fraile fue quien dijo aquello de que la enseñanza de los hijos no corresponde a los padres, sino al Estado.

En el entretanto, sólo caben las soluciones más lógicas, hoy consideradas drásticas: la educación en casa, a cargo de los padres o la escuela cristiana totalmente privada, no concertada. El día en que se cedió ahí se cedió en todo y para siempre.

El único pacto educativo posible según el actual modelo educativo es el bono escolar. No lo defiende el PSOE pero, no se engañen, tampoco el PP.

Eulogio López

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