A algunos les chocará que detrás de esta superproducción de un clásico de Dickens se encuentre el controvertido cineasta Roman Polansky (oscarizado por su anterior película: El pianista). Pues bien, la razón de que el director de origen polaco se haya decantado por este proyecto se debe a que quería hacer algo que pudieran ver sus hijos. Se da la circunstancia, además, de que Polansky siempre se sintió identificado con el pequeño Oliver, debido a que sufrió la miseria, en sus propias carnes,  cuando se quedó  huérfano tras la deportación de sus  padres  de Polonia durante la II Guerra Mundial

 

Esta nueva adaptación está claramente inspirada en la llevada a cabo por el británico David Lean, en el año 1948. Como suele ser usual en las producciones de Polansky cuenta con una cuidada ambientación y puesta en escena (fue rodada en la ciudad de Praga), además de la magnífica actuación de  Ben Kingsley en el papel del malvado perista Fagin (en la versión de Lean este personaje era interpretado por Alec Guiness). Aunque se le puede achacar a Polansky que se extiende demasiado en el arranque de la historia y que es algo fría en su desarrollo, la fuerza del relato literario, de ese niño abandonado en las calles de Londres  que tiene que sobrevivir a todo tipo de calamidades, la convierten en una opción cinematográfica sumamente sugestiva.

 

Como ha manifestado el propio Polansky, en su visita a España, siempre le gusta acometer  proyectos  que hagan reflexionar al espectador y ha lanzado esta pregunta: ¿Cuántos niños viven, actualmente,  en las mismas circunstancias que Oliver, en países de Asía o Hispanoamérica?.

 

Para: Toda la familia.