Al parecer, los españoles no creen en el sistema monárquico, pero 1.300 años de historia -a los asturianos nos gusta retrotraernos hasta don Pelayo, el de Covadonga- pesan hasta en los espíritus más débiles y en los ánimos mas desmayados.

SAR doña Elena de Borbón, primogénita de los Reyes de España y lógica heredera al Trono -especialmente desde una perspectiva feminista- se divorcia de Jaime de Marichalar tras 24 meses de cese temporal de la convivencia (¡Menuda horterada!).

La referencia informativa en estos casos es de Hola, quien nos retrotrae a otras separaciones en la familia Real. De acuerdo, señor Sánchez Junco, pero una separación no es un divorcio. Es más, nadie obligó a su Alteza a casarse, pero la Iglesia no admite el divorcio, en tal caso la nulidad, tras un humillante -sí, humillante, no puede ser de otro modo- proceso que no le deseo a nadie pero que todos, el villano como el Señor, deben pasar si quiere romper con su media naranja.

No, Su Alteza Real va a inaugurar la saga de divorciados/as. Bueno, corrijo: la futura reina de España, doña Letizia Ortiz Rocasolano está divorciada de su primer matrimonio, lo que demuestra, ocioso es decirlo, que nadie podrá discutir el carácter progresista del futuro Rey. Pero Doña Letizia procede del exterior mientras que doña Elena ha sido princesa desde que nació.

Y esto quiere decir, Alteza, que está dando usted muy mal ejemplo. Me explico: la monarquía continúa siendo muy importante en el siglo XXI como referencia social y moral. Hasta los más enfervorizados republicanos creen, aunque no lo sepan, que si la monarquía se divorcia es que el divorcio es bueno, aunque lo formula de la siguiente forma: Pero si se divorcian hasta los Reyes.

La monarquía española, como otras muchas, pero eso no es consuelo, está dando muy mal ejemplo. Así que, ¿qué les queda a los Borbones, además de su historia pasada y su patrimonio actual?
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com