El líder de MAPFRE, José Manuel Martínez, vende su reconversión de mutua a sociedad anónima como impulso modernizador ¿realmente lo es?

Lo que en el seno de la compañía venden como una modernización necesaria para el siglo XXI pone sobre el tapete el modelo de empresa y el modelo económico en general. Y cabría decir que la mutualidad más que el pasado representa, precisamente, el futuro, o al menos la alternativa a una economía tremendamente financiera.

¿De quién es una empresa? El capitalista responde: de sus accionistas. Por eso se echa en manos de los mercados financieros, siempre especulativos, y su principal opción consiste en crear valor para el accionista, intento que siempre suele afectar a trabajadores reducción de empleo- y a los clientes peor servicio.

El socialismo, por contra, dice que la empresa es del Estado, postura hoy teóricamente en retirada aunque muy presente en la realidad, o de los trabajadores régimen cooperativo que apenas ha tenido desarrollo, y que teóricamente sólo ha sido defendido por regímenes fascistas y por algunos regímenes comunistas.

El mutualismo, por el contrario, defiende que la empresa no es ni de sus accionistas ni de sus trabajadores: es de sus clientes. El sistema MAPFRE es de los clientes de MAPFRE que pagaban una cuota de seguro agrario, luego de seguro del automóvil, luego del seguro de vida o generales. En definitiva, aunque José Manuel Martínez y su equipo defienden el cambio de mutua a sociedad anónima porque el mutualismo es algo franquista, y necesitan modernizarlas estructuras lo cierto es que lo están haciendo por pura necesidad.

Cuando el desaparecido Iñaki López de Arriortúa preconizaba que la tercera revolución industrial era la revolución del cliente, donde el usuario sería el rey, dueño y señor del entramado industrial, no hacía otra cosa que describir una mutualidad. La pregunta es: ¿Las mutuas son cosa del paso o, precisamente, constituyen el futuro, esa tercera revolución industrial pendiente?

Las cajas de ahorros, algo muy próximo a las mutuas, compiten en el mercado y con gran éxito. En España, la Ley de Órganos Rectores de Cajas de Ahorros (ORCA) dan a los impositores es decir, a los clientes- un poder mínimo del 40%. Somos conscientes de que quienes realmente mandan en las cajas de ahorros son los políticos, que trufan a los representantes de esos impositores, pero un sistema no puede discutirse en su aplicación errónea, sino en sus fundamentos. Además, siempre cabe la posibilidad de ampliar al 10 por 100, la representatividad de los depositantes de las cajas de ahorros.

En cualquier caso, José Manuel Martínez no se ha lanzado a la conversión de una mutua en sociedad anónima tras leerse un ensayo sobre los distintos modelos de empresas, sino por la necesidad imperiosa de tapar agujeros. No es que un trasatlántico como MAPFRE esté en crisis, pero sí había vía de aguas. Por un parte, la política de compras en Hispanoamérica, por otra el ramo de vida, pero, sobre todo, lo mejor y lo peor del MAPFRE: una red de agentes muy buena pero muy cara.

¿Por qué no suena a fraude de ley? Una mutua sólo se liquida cuando está en quiebra, situación en la que no hay nada que repartir, salvo deudas. Pero no es el caso de MAPFRE. Por esa razón, Martínez no pude retirarles todos los activos por cierto, en 15 días- y ofrecerles acciones a cambio, porque el patrimonio que sustenta esas acciones ¡ya es suyo!

Eulogio López