Una pobre chica americana estúpida. Fue la definición, cortante y genial, de Maria Antonietta Machiochi sobre la cantante. La definición definitiva. Una descripción ajustada, que dibuja a una pobre chica que, ahora que ya no puede escandalizar sexualmente -¿cómo escandalizar hoy sexualmente?- prosigue el habitual camino de todos los parias del intelecto cuando se les agota la vena sexual: explotar la blasfemia.

No es que nadie escandalice con la blasfemia, pero la injuria a Dios Se sobreentiende: a Cristo; el resto de blasfemias son pan mojado- es lo único con lo que está pobre estúpida puede seguir siendo el centro de atención

Y es, también, lo único con lo que puede recibir el aplauso unánime de la prensa, dispuesto a convertir la vulgaridad en arte si la estúpida chica se aviene a mostrar su profunda inteligencia en un escupitajo de cristofobia.

Así que ya sabéis, estúpidos: si queréis convertir vuestra mierdecita en arte, debéis dedicaros, de forma urgente y terminante, a la blasfemia. No hay otro camino, vosotras mismos los habéis cerrado.

Un poco más triste resulta que la prensa española enaltezca a la pobre chica americana estúpida: los unos por fastidiar a los cristianos, los otros por miedo a ser tildados de talibanes.

Esta tarde, la pobre estúpida eructa en Madrid y las crónicas del viernes recitarán la misma salmodia, en su versión cristófoba o en su versión cobardica.

Eulogio López

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