Ante la actitud homófoba de los curas, la campaña feroz contra el mundo gay, un grupo de homosexuales se ha visto obligado a profanar la Catedral de París, Notre-Dame, para celebrar una boda gay. Lo suyo era pura libertad de expresión, de contenido claramente pacífico, en el que uno se disfrazaba de sacerdote y casaba a dos lesbianas, mientras se desplegaba una originalísima pancarta en la que podía leerse: Benedicto XVI: homófobo y cómplice del SIDA. Una escenificación, de hondo calado artístico, como esta no fue entendida por mentes reaccionarias, como los sicarios de los curas, o responsables de seguridad de la catedral parisina, que procedieron a expulsar del templo a los actores. Es más, un portavoz del grupo gay lo explicaba así. No pretendíamos ser agresivos con los creyentes. El servicio de seguridad se comportó agresivamente y quiso arrebatarnos nuestra banderola. ¡Cuánta maldad, cuánta insidia fascista!

Ante una actitud tan provocativa, los no agresivos homosexuales -una reiteración, dado que si se es gay no se es agresivo, como todo el mundo sabe- se vieron obligados a defenderse. Por ejemplo, cogieron a un cura, lo derribaron y patearon la espalda y el cuello, aunque todo ello, en legítima defensa tras ser provocado con el clérigo, empeñado en cercenar su libertad de expresión y expulsarles de la Catedral. Como si Notre Dame fuera un lugar de culto católico, o algo así.

Señores, hemos creado la policía del pensamiento, que siempre se ha regido por el mismo principio : el verdugo que se convierte en víctima. Los ataques a la Iglesia continuarán, pero lo peor es la autocensura, la renuncia a la libertad, porque la policía del pensamiento te vigila. Y si no, viene un grupo de gays y, en defensa de la libertad de profanación, te patea el cuello.

Eulogio López