Lo ha escrito el diario Expansión, tipos serios, líderes de la prensa económica española. Es lo malo que tiene personalizar al planeta, la nueva forma de panteísmo, el panteísmo ecologista: lleva a tontunas de este calibre sin que uno se dé cuenta del ridículo en el que se mueve.

Que yo sepa, naturaleza y planeta es lo mismo y para que alguien ponga en jaque a otro alguien se necesita un mínimo de dos.

No, a lo que está poniendo en jaque la naturaleza es al hombre, a toda la humanidad, que ha cometido alguna que otra burrada en los tiempos modernos. Pero no pasa nada. El hombre no es depredador de la naturaleza, del planeta, sino su fertilizador. En cuanto la raza humana desaparece de una parte del planeta surge el desierto. La raza humana o aquellos credos e ideologías inhumanos. Sólo dos detalles: tras la islamización del norte de África el Sahara avanzó hasta la misma orilla del mediterráneo. Nadie cultivaba ya lo que antaño fuera el granero del imperio.

Otro detalle: el comunismo ha resultado letal para la naturaleza en la hasta 1989 llamada Europa del Este. La dictadura comunista estaba muy ocupada fabricando armas y explotando a ricos y a pobres, a ambos, como para preocuparse la limpieza de los ríos o del medio ambiente.

Claro que me preocupa mucho más que organizaciones cristianas (Manos Unidas) se rindan a este panteísmo verde -en la vida sólo hay dos opciones: cristianismo o panteísmo- y realicen campañas cursis personalizando al querido planeta, con eslóganes como contra el hambre, defiende la tierra o el de sentir la tierra, sembrar justicia. Yo a la tierra la siento poco y la escucho menos. Es un instrumento otorgado por Dios al hombre para saciar al hambre: hay que someterla y exprimirla lo más posible, esclavizarla en beneficio de las personas. El único imperativo ecologista es el que cuida la tierra exclusivamente para que, además de ser esclava nuestra lo sea también de nuestros hijos. Hay que esclavizar tierra, no extenuarla. Sentirla no la siento en modo alguno.

Eulogio López

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