Ya conocen el apotegma: Siempre que alguien  asegura que dos más dos son cuatro y un insensato le responde que dos más dos son seis, surge un tercero -no, no tiene por qué ser Zapatero- que, en pro de la moderación, el diálogo y el entendimiento, quizás el talante, acaba concluyendo que dos más dos son cinco.

Es decir que como parece exagerado que la mafia rusa se haga con el 30% de Repsol hemos decidido (Gobierno, Repsol, Caixa, Sacyr, bancos acreedores y probablemente Vladimir Putin) que mejor se quedan con un 20%.

Los rusos, en su línea, han dicho que, en ese caso, pagarán menos y que, en cualquier caso, pagarán con dinero ajeno, quizás para demostrar que, después de todo, se están occidentalizando a marchas forzadas y han decidido, como Wall Street, pagar con el dinero de los demás.

Todo esta ristra de insensateces debe ser detenida por alguien. En los países normales, son los gobiernos quienes detienen estas andanadas, más que nada porque el objetivo de un Gobierno es el bien común, mientras el de un gestor es el bien común de los accionistas, por lo general, el bien común inmediato.

Repito mi convencimiento de que, pura y llanamente, Lukoil no debe entrar en Repsol y que, si lo hace, de nada valdrá ese famoso acuerdo que pergeña Antonio Brufau para impedirles acceder a la gestión. La primera ley del capitalismo es que quien paga, manda e incluso tengo mis dudas sobre la legalidad de una cláusula en la que un propietario se compromete a no ejercer sus legítimos derechos.

Ahora bien, hoy toca apelar a La Caixa. La entidad catalana es el prototipo, no sólo de la banca industrial, sino de banca a la que le ha ido espléndidamente bien con la industria, verdadero motor de negocio y de dividendos además de, por si alguien le interesa,  de servicio a la sociedad catalana y a toda España. En cumplimiento de esa vocación que tan rentable le ha resultado, lo lógico sería que la Caixa no vendiera nada, ni una acción, de la petrolera Repsol. Lo lógico, también, es que si alguien tiene que comprar a alguien, sea Repsol quien compre Sacyr y, a renglón seguido, en cuanto culmine la compra de Unión Fenosa por Gas Natural, que la fusionada se una a Repsol para forjar una empresa energética integral, con un socio de referencia llamado Caixa.

Y tampoco estaría mal que se llamara a Caja Madrid como el otro socio del eterno rival de Barcelona, Madrid, para participar en el proyecto.

Las  cajas constituyen el sostén accionarial del tejido industrial español en tiempos de deslocalización acelerada. Y como asegura el presidente de Iberdrola, Ignacio Galán, si perdemos grandes empresas, perdemos peso en el mundo.

La Caixa no debe vender Repsol, debe comprar.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com