La historia ya la contó Hipanidad. Y resulta curioso porque es una de las revoluciones directivas más silenciosas de la gran empresa española actual. Todo empezó con al división del Consejero Delegado Ángel Mullor, harto de que Xavier de Irala no le llamara para dirigir la futura gran Caja de Ahorros Vasca (entre otras cosas, porque Irala todavía no ha conseguido la fusión, aunque ahora, al albur del proceso de paz, aspira lograrlo). Y tampoco sería de extrañar que Mullor acabara en la competencia de Iberia, precisamente en alguna compañía de bajo coste que se han convertido en el desgraciado futuro del sector.

Fue en ese momento cuando el Consejo mandató a Conte para presentar un nuevo organigrama. Y Conte ha optado por el presidencialismo. No sólo no ha nombrado un consejero delegado sino que, además ha optado por no fichar a nadie y crear tres direcciones generales, una de las cuales encima, ya estaba dirigida por Enrique Donaire. Por si fuera poco los otros dos nombramientos han recaído en Fernando Sarmentero como director general de Aeropuertos y Manuel López Aguilar el responsable de ingeniería. En otras palabras, Conte ha interpretado que lo que le sobraba a Iberia era el consejero delegado y ha implantado el presidencialismo.