Loor y gloria al alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, el hombre que más debe de toda Europa.

Bueno, tampoco le preocupa mucho porque su deuda la pagaremos todos los madrileños. Y lo haremos con gusto a cambio de dos legislaturas en que nos ha vuelo locos a los 3 millones de habitantes del municipio (y a los otros tres millones de la provincia, muchos de los cuales trabajan en la capital).

Pasen y vean. Tras dos legislaturas de continuas subidas y tras implantar la tasa de basura, ahora habla de bajar el Impuesto de Actividades Económicas... que su partido prometió suprimir.

Eso sí, en 2010 don Alberto suprimirá el Impuesto de Bienes Inmuebles -el más importante- y que ni tan siquiera subirá el IPC. Es decir, que lo congela en lo más alto, dado que durante la primera legislatura subió un 40% la contribución urbana. Es un genio.

Nuestro nunca bien loado alcalde asegura que también va a congelar el servicio de estacionamiento regulado. Reparen de hasta dónde llega su bondad: a medida que amplía el ejército de chivatos pone multas por mal aparcamiento que ya llega a los barrios de la periferia, el señor alcalde ha decidido que, dado que pone muchas más multas, no es necesario elevar el importe por unidad. Hablamos de multas que, en el caso de zona de carga y descarga, pueden alcanzar los 180 euros y que el señor alcalde ejecuta sn tener ningún derecho legal a ello: en efecto, la Agencia Tributaria le hace el favor.

Gallardón es el prototipo de político empeñado en hacer su carrera a costa del ciudadano. El chico quiere ser presidente del Gobierno, pero no se llama la atención mediática con una gestión barata de lo que hay, sino llamando la atención a cualquier precio. Por ejemplo, poniendo patas arriba una ciudad y endeudándola para un par de generaciones. O sea, un servidor del bien común, aunque en la variante de servirse del público en lugar de servir al público.

Eulogio López

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