Este lunes 26 de marzo, nueve meses antes de Navidad, la Iglesia católica (debía ser el 25, pero caía en domingo y la oferta se ha trasladado al lunes) celebra la Anunciación de Nuestra Señora, que en muchos lugares se llama "El Día del Niño por nacer". Si desde 1973, en que se fecha el comienzo de la nueva era abortera y del mercado de la muerte, hasta ahora no hubieran existido grupos pro-vida que se hubieran enfrentado a la masacre, tanto la izquierda como la derecha políticas habrían implantado la mayor dictadura que viera la historia, aquella que se ensaña con el ser humano más débil y que proscribe el único principio válido: la vida del ser humano es sagrada desde la concepción hasta la muerte natural.

Dicho esto, en 2007, 34 años después, quisiera apuntar tres notas.

1. La primera es lo que le escuché a un famoso pro-vida español: "Ahora nos preocupa más la labor asistencial que la jurídica". En definitiva, nos preocupa más la labor, por ejemplo, de la Red de Madres o de Adevida (en Madrid), destinada a acoger a madres en peligro de abortar –labor que, dicho sea de paso, es tan encomiable como aplaudible- que la jurídica, es decir, la batalla cultural y política para eliminar el aborto.

Y esto supone un gravísimo peligro por una sencilla razón: es lo que le conviene a determinados partidos, por ejemplo al Partido Popular, que se han mofado como nadie del no nacido y de los grupos provida. Durante los años de Gobierno Aznar, se disparó el aborto en España y se aprobó la distribución de la píldora abortiva y del elemento más letal de toda la llamada cultura de la muerte: la píldora postcoital.

En efecto, el PP está feliz regalando subvenciones con la mano derecha -¿o era con la izquierda?- a grupos provida para que cuiden de mujeres impelidas a abortar, mientras con la mano izquierda -¿o era la derecha?- regala subvenciones mucho más generosas para todo tipo de centros ‘planificadores', es decir, ‘exterminadores'. Así, el PP, y otros muchos partidos en todo el mundo, captan el voto provida mientras siguen alimentando al Imperio, y mercado, del homicidio legal.

Que no, que la tarea asistencial debe correr por cuenta del Estado, que es su función y posee muchos más medios –especialmente la sanidad pública y los servicios sociales- para atender a las madres. Los grupos provida deben dar la batalla, y no coartadas a partidos como el PP para seguir burlándose de los más débiles y dándoselas de progresistas.

2. El virus feminista también se ha colado de rondón en los movimientos pro-vida. En un programa de TV oigo a dos dirigentes de una determinada –encomiable y aplaudible- institución provida, que la culpa del aborto la tiene la sociedad machista. También, pero no es el único ni el principal culpable. Hablemos claro: el principal culpable ni tan siquiera es el legislador homicida ni los canallas de las clínicas abortivas, o los laboratorios que se forran con la muerte de inocentes. No, el principal culpable, aunque sea duro recordarlo, de un aborto, es la madre que aborta.

En esa misma entrevista a la que aludo, una de esas dirigentes llegó a afirmar que el mayor dolor del aborto corresponde a la madre:. De eso nada, señora, el mayor dolor es el del hijo, que es el asesinado. El virus feminista ha entrado en los grupos provida, y se trata de un virus peligrosísimo.

3. Lo he repetido muchas veces. El progresismo ha pasado de pedir aborto libre y gratuito a exigir el aborto obligatorio. Lo de la despenalización era una coña. Así se ve en el Caso de la Corte de Estrasburgo, que acaba condenar al Gobierno polaco va indemnizar con 39.000 euros a una polaca a la que su Gobierno prohibió abortar. La miserable, a la que protege la Convención de los Derechos del Hombre, alegaba que si seguía delante con el embarazo le iba a aumentar la miopía, lo cual, como todo el mundo sabe, constituye un grave riesgo para la salud psíquica y física de la madre.

Por cierto, no es que el aborto esté prohibido en Polonia. Lo que ha hecho el Ejecutivo de Varsovia es mucho más sencillo: consiste en aplicar la ley existente sin el coladero con la que se aplica en todos los países. Por ejemplo, en España, donde se puede abortar a los nueve meses de embarazo si existe riesgo para la salud psíquica de la madre. Alguien calculó que si se aplicara la ley española como lo hace el Gobierno polaco, es decir, en serio, el número de abortos en España no alcanzaría los 600 (se perpetran más de 90.000 abortos por año).

De entrada, produce cierta náusea que una madre quiera rematar a su hijo porque aumenta su miopía (esto debe de ser producto del machismo imperante). Pero lo más tenebroso es que los organismos internacionales hayan pasado a condenar a los defensores de la vida en nombre del derecho al aborto. Es como si los más respetables centros multilaterales (Consejo Europeo, Unión Europea, ONU, Corte Penal Internacional, etc.) decidieran condenar a los judíos por negarse a ser reeducados en Auschwitza-Birkenau. 
¿Cuánto tardará la Corte Penal Internacional, la de los genocidas y criminales de guerra, en llevar ante su tribunal al Vaticano por atentar contra los derechos reproductivos y por homofobia?

Esta es la Europa que estamos haciendo, la Europa de la muerte. Mejor: una Europa apática, sin relevo generacional, asesina, y una Europa sin vitalidad, mortecina.

Eulogio López