El pequeño majadero Fran Nicolás asegura que la inteligencia española, CNI, le encargaba cosas feas. A él, un alma sensible. Entonces, va el CNI y le lleva a los tribunales por injurias. Hombre, yo pensaba que los espías actuaban en secreto, es decir, en cualquier sitio menos en los tribunales, opuesto a los tribunales, cuya esencia de funcionamiento es la trasparencia.

Estamos ante la judicialización de la vida pública, uno de nuestros más feos vicios, nos ha llevado a tal extremo que hasta los espías demandan al prójimo. Pero chicos, eso nunca lo hubiera hecho la CIA. Si a la CIA le sale un 'petit nicolá' no le denunciaría: Le pagaría un tiro en un callejón. Un poco de seriedad, por favor.

Nuestros jueces confunden la ética con la estética, los hechos con la realidad mediática y el bien común con sus intereses corporativos

En el otro lado de la barrera, entre los juzgadores, la majadería cunde aún más. Los espías han enloquecido pero los jueces (en la imagen Santiago Pedraz y Pedro Viguer) se comportan como el pequeño Nicolás. Con la marea de corrupción que nos asola, más bien de judicialización de la corrupción, hemos endiosado a sus señorías… y resulta que ellos se han creído el papel.

Y así nos encontramos con que el presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ, Carlos Lesmes, le exige a la vocal catalana, Mercedes Pigèm, que dimitió porque su hermana fue pillada con 300 euros más de lo que la ley permite, allá en la frontera entre Andorra y España. Su hermana, no ella, que no llegaba a esa cantidad. Debe dimitir, mantenía Lesmes, por 'estética'. Pues mire, no, señor Lesmes. La gente debe dimitir cuando haya atentado contra la ética, no contra la estética. Ocurre que usted, en lugar de atenerse a la ley, se siente acorralado por la presión mediática y social. Eso no es propio de un juez ni es su campo de actuación. Eso se llama puritanismo, señor Lesmes.

Más 'chuminás' judiciales. La asociación Jueces para la Democracia, una de las más enloquecidas del manicomio judicial ha decidido demandar al Gobierno porque no les dejan luchar contra la corrupción (pobriños). Ya saben, falta de medios y pérfidos recortes. Entonces, como si se tratara del Frente Atlético, su señoría, Joaquim Bosch, de los Bosch de toda vida, convoca a los chicos de las televisiones -tan chiflados como sus señorías-, para anunciarles una demanda contra el Gobierno Rajoy. Luego penetra, como un caballero andante, en las dependencias judiciales, que supongo conocerá muy bien, y procede a judicializar más aún la política. Con un poco de suerte el juez de guardia será de PD y entonces todo irá bien. Es posible que esperen que algún compañero de asociación acoja el expediente con tanta ternura como entusiasmo. De este modo, añade una demanda más para saturar más a los pobres jueces.

Pero el asunto no acaba ahí. Ahora, los jueces decanos deciden protestar, ante las cámaras de TV, que eso es fundamental, porque aseguran que no pueden luchar contra la corrupción y que la democracia, nada menos que la democracia, está en peligro, porque no cuentan con medios para luchar contra ella. Exigen que se legisle, a costa de  alargar los plazos de prescripción de delitos de corrupción. Ojo al dato: no piden más medios para acabar antes los sumarios sino que no prescriban para poder acudir al político durante más tiempo y, de paso, seguir trabajando a paso de tortuga. Además, ya saben que cualquier político ya ha perdido toda su carrera desde el momento en que es imputado o acusado… o desde que sale en la tele como sospechoso. Si le tenemos diez años bajo sospecha mejor que tenerle cinco… y encima curramos menos.

Luego está lo de la ecuanimidad. Es decir, que los señores jueces dan a entender que los políticos están utilizando su poder para sembrar la impunidad. Pues no, de hecho, por una sola vez y sin que sirva de precedente, al Gobierno Rajoy le avala la razón al intentar reducir el periodo de instrucción a seis meses.

Insisto: me preocupa mucho más la judicialización de la política que la politización de la justicia. Me preocupa que hayamos dejado la justicia en manos de unos señores tan poco ecuánimes, la principal virtud exigible a un magistrado, que la corrupción que juzgan. Prefiero estar en manos de políticos corruptos -aunque hay que luchar contra la corrupción- que de jueces ensoberbecidos.

Y, sobre todo, prefiero que cada cual cumpla con su papel y no se meta en corral ajeno. De entrada, de los jueces españoles, líbreme Dios. Porque eso es lo malo: nuestros jueces confunden la ética con la estética, los hechos con la realidad mediática y el bien común con sus intereses corporativos.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com