Para mí que lo importante no es que los grandes partidos alemanes, cristiano-demócratas (más demócratas que cristianos) y socialdemócratas (más sociales que demócratas) han empatado. Para mí lo más importante de las elecciones del domingo son dos cosas: que los dos ganes partidos han perdido votos y que los ecologistas han perdido votos.

Que los neo-comunistas hayan subido se entiende en clave alemana: el SPD no ha sido históricamente un partido socialdemócrata, sin o abiertamente socialista y hasta casi leninista. Y la historia pesa. Además, el apoyo de Oscar la Fontaine tenía que servir para algo. La Fontaine es un incoherente vital, pero no ideológic es decir. Se dice socialista y vive como un especulador financiero, pero es coherente con sus postulados sociales (coherencia teórica, podríamos llamar a esta figura- y no ha caído, al igual que SPD y CDU en el centrismo, es decir, en la nada. Schröder y Merkel no son gobernantes, son gestores, que es otra cosa distinta.

Por tanto, lo relevante no es que Schröder haya derrotado a las encuestas hasta casi empatar con Angie Merkel. Lo importante es que en Alemania, como en toda Europa, como en todo Occidente, comienza a darse un cansancio del centrismo, de los partidos tradicionales, en España representados por el PSOE y el PP, y la gente busca desesperadamente otras cosas.

Y no seamos románticos. La gente busca otras alternativas porque estás cansada de los gestiernos y porque, un gestor es aquel que no quiere cambiar la historia sino cuadrar la cuenta de resultados. Y así, resulta que tanto SPD como CDU-CSU, apoyados por el sistema mediático, asimismo centrista, quieren recortar el Estado del Bienestar. Y quieren recortarlo, y esto es lo importante, no porque sean más o menos solidarios, sino porque no les cuadran las cuentas. El Estado del Bienestar es la única maravilla que ha producido Europa tras la II Guerra Mundial, parido, precisamente, por los democristianos y los socialdemócratas. Los dos grupos aún hoy mayoritarios en el Parlamento Europeo. Eso sí, para que funcionara, sólo se imponía, como a Adán y Eva, una sola condición: la generosidad de alumbrar hijos. Se ha impuesto el egoísmo de no tener hijos y el Estado del Bienestar se derrumba: ¿Qué esperaban?

Puestos a jugar a la política, uno diría que Gerhard Schröder tiene más posibilidades de formar Gorrino que Angela Merkel. Quiero decir que si sumamos los diputados obtenidos hablo sobre resultados provisionales) por socialdemócratas, neocomunistas y verdes salen 327, mayoría absoluta amplia en un parlamento compuesto por 613 diputados. Sin embargo, CDU más liberales del FDP, suman 286 diputados. Y es difícil pensar que Merkel logre la aquiescencia de los verdes de Joschka Fischer. Simplemente, Schröder tendrá que tragarse su orgullo ante su ex correligionario Oskar Lafontaine y retrasar aún más las llamadas reformas del Estado del Bienestar (es decir, reducción del Estado del Bienestar), esperando lo que esperan tantos líderes públicos en la Europa actual: que el Estado del Bienestar estalle en todos los sitios al mismo tiempo, una especie de Big Bang económico, y que todos se repartan las culpas ante el electorado. O sea, centro-reformismo en estado puro.

La otra sorpresa es el descenso de los verdes que, en principio, pasarían de 55 a 51 diputados. Veamos: en la totalidad del área OCDE, donde impera ese bipartidismo castrante del centro-izquierda frente al centro-derecha, las únicas novedades que ha alumbrado el final del siglo XX y comienzo del XXI han sido los ecologistas y el voto católico, quizás porque constituyen los dos únicos electorados capaces de votar principios antes que buena gestión. Los ecologistas parten de una ideología panteísta, de la madre tierra que sufre la ingratitud de sus hijos. Los cristianos parten de la sacralidad de la persona, hijos del padre Dios. Los verdes alemanes llevaban décadas de oposición extraparlamentaria, hasta que lograron saltar el fatídico 5% de voto mínimo y llegar, no sólo al parlamento, sino al Gobierno de Berlín, locomotora de Europa. A partir de ahí consolidaron su base electoral e impusieron sus normas a Schröder, por ejemplo en materia de inmigración. Pues bien, ahora se encuentran con el primer revés: descienden. Quizás, muchos de sus forofos les han asimilado a la socialdemocracia, que sigue en Alemania los mismos pasos que en España siguieron los socialistas de Felipe González: en cuanto llegaron al poder cambiaron las tres c: coche, casa y cónyuge.

Porque lo importante no es que gane Schröder o que gane Merkel, dado que ni el voto cristiano ni el voto verde encontrarán muchas diferencias entre unos y otros, por más que el universo mediático, asimismo centrista (progresista de izquierdas o progresistas de derechas, pero progres al fin), se empeñe en predicar lo contrario. Lo importante, y lo más bonito, de esas elecciones alemanas del domingo es que las dos fuerzas mayoritarias han visto mermado su apoyo popular. La gente está hasta el gorro de centrismo light y de posturas acuosas. Unos por principios, otros, todavía los más, porque quieren apurar los privilegios del Estado del Bienestar dejando a los hijos que no tuvieron, muchas deudas y poco patrimonio. Y lo peor de estos comicios: los verdes retroceden y no aparecen partidos políticos que defiendan los principios cristianos, entre ellos, la vida y la familia. Supongo que no queda nadie tan tonto como para pretender que estos principios están defendidos por la CDU, ¿verdad?

El pensamiento único de hoy se llama centrism es el que debemos destruir. Cuanto antes.

Eulogio López