Según confiesa el propio Malick  llevaba más de veinte años queriendo trasladar a la gran pantalla la historia de amor entre el británico John Smith y la indígena Pocahontas. Un relato que, a su manera, nos había contado la factoria Disney, en dibujos animados, en el año 1995.

 

Este romance entre gente de diferente cultura es una buena forma de justificar un término que se popularizó en España en el año 1992: El Encuentro entre dos mundos. En este caso, los anglosajones que arribaron en las costas de Virginia, en el año 1607, y los indios que poblaban   los territorios  que se conocieron con el nombre de  Jamestown.

 

Los que hayan seguido la breve pero alargada carrera cinematográfica de Malick (en treinta y dos años sólo ha rodado cuatro películas) encontrarán, nuevamente, reflejada en El Nuevo Mundo su particular teoría rousseauniana del buen salvaje. Dentro de ese contexto, es lógico que Pocahontas sea descrita en este relato como una mujer que vivió con más sinceridad y lealtad  su amor que el inestable John  Smith. Aún más, en El Nuevo Mundo  los indígenas tienen mucho mejor corazón que los blancos, a pesar de sus primitivas costumbres. Así,  en un momento decisivo, les salvarán de la hambruna a la vista de que  los recién llegados al nuevo mundo son incapaces de respetar el paisaje y extraer de él sus recursos naturales.

 

La película, como ocurría con la anterior producción de Malick, La delgada línea roja, cuenta con un narrador omnipresente y un ritmo sosegado que sirve para contemplar la admirable puesta en escena de todo el largometraje. Porque, el obsesivo Malick ha intentado una reconstrucción lo más fiel posible de lo que era el estado de Virginia a comienzos del s. XVII. Para ello, el cineasta contrató para este proyecto  a los mejores especialistas en vestuario, decoración, música, casting (todos  indígenas que aparecen en la película son auténticos indios norteamericanos) e, incluso, a un lingüista que recuperó el lenguaje que hablaba la tribu de Pocahontas. Creo que tampoco hará falta precisar que los pormenores del romance central de la película se han reflejado tomando como base  documentos y escritos de la época (algunos del propio John Smith).

 

Todo ello conduce a una película preciosista que interesará a los amantes de la antropología y la sociología pero que aburrirá a aquellos que vayan buscando una producción épica al uso.

 

Para: Los admiradores de Malick y todos aquellos que les gusten las películas de ritmo sosegado que se recrean en el paisaje.