Según Juan Luis Cebrián, más conocido como el académico Janli, cualquiera es capaz de hacer eso. Con eso quiere decir un confidencial de Internet. Lo que evoca a aquella mano oculta que destrozó el cartel colocado en un inmueble bajo el letrero Se vende, con un clandestino ¿A que no?. Janli, monstruo, ¿a que no eres capaz de montar un confidencial de Internet? ¿A que te la pegas?

En Hispanidad nos gusta el calificativo de confidencial. No sólo porque hayamos elegido dicho nombre para la sección central de Hispanidad, sino porque ha sido la denominación más genérica que, a los formatos de esta índole, nos ha otorgado lo que podríamos llamar la voluntad popular. Al final, la única ciencia exacta que existe es el lenguaje: de repente, la comuna hablante sospecha que existe una nueva realidad (o una realidad antigua recuperada) y le otorga, como a todo aquello que tiene alma, un nombre. Y el nombre que la mayoría ha decidido, con esa intuición que caracteriza a la comuna, para productos como el que usted está leyendo es el de Confidencial.

En el presente caso, esa alma es una personalidad propia formada por elementos dispersos, algunos evidentes y otros más ocultos, pero igualmente perceptibles. Por ejemplo, un confidencial se distingue de un periódico en que ha renunciado ¡Loado sea el Cielo!- al periodismo objetivista, que es aquel en el que ha vivido, para su desgracia, Janli Cebrián, antes de meterse a tirano de la cultura, es decir. La objetividad tiene poco que ver con la verdad, y buena prueba de ello es que cuando algo nos interesa de verdad no admitimos el lenguaje objetivista. Lo que queremos saber es lo que realmente ocurrió, y para ello, el objetivismo no es más que un velo de eufemismos que lo confunde todo. Cuando nos interesa algo de verdad queremos que nos lo cuenten como nos lo contaría un amigo en una tertulia sabatina. Y al amigo, porque confiamos en él, no le pedimos que utilice el lead, que comience con el Quién, qué, cómo, cuándo y dónde, ni que nos cite la fuente de autoridad que le ha filtrado la historia. Tampoco nos importa que introduzca su parecer personal, su propia visión u opinión sobre las cosas. Es más, deseamos que lo haga, porque le conocemos al narrador y, por tanto, somos capaces de ponderar sus ponderaciones. La diferencia entre el periodismo objetivista y el periodismo que se esta imponiendo en Internet, el de los confidenciales, es la misma que existe entre una fotografía y un retrato : el segundo nos gusta más, siempre que nos interesa menos saber cómo somos que cómo nos ven. La fotografía es objetiva, al menos, posee la objetividad de la maquina, pero el retrato nos cuenta la impresión que provocamos en los demás. La fotografía no tiene expresión, el retrato sí, y lo que nos gusta de una mujer no es su físico sino su expresión, su físico animado, de la misma forma que en una información no buscamos una muestra de periodismo objetivo sino conocer le trasfondo de las cuestiones: No queremos que nos cuenten noticias, queremos que nos cuenten historias. El periodismo objetivista lleva 50 años ocultando la verdad en nombre de la objetividad, a un público obligado a leer entre líneas para saber que es lo que el periodista realmente quería decir, es decir, lo que no puede contar porque desarrolla su trabajo en un corsé tan estrecho como el que impone la redicha objetividad periodística. Además, el objetivismo no es más que una forma hipócrita de propinar bofetadas mirando hacia otro lado. Objetividad no es más que si quiero llamar ladrón a Pepe, reclamo la opinión de su peor enemigo, Juan, para que sea este quien, en rigurosos entrecomillados, tilde a Pepe de ladrón y corrupto. Esto El País de Janli lo hace a las mil maravillas. Objetividad es, también, castigar con el silencio, con el anonimato, a quien no quiero que forme parte de la portada política o cultural. En esto PRISA ha alcanzado la exquisitez. Recuerden la frase más famosa de Janli: El silencio no ha matado a nadie.

En resumen, el periodismo chantajista de Internet puede cometer muchos errores por la ausencia de medios, pero no oculta las claves de la actualidad, o al menos lo intenta, mientras el periodismo tradicional se dedica a enterrar esas claves siguiendo el viejo aforismo norteamericano : ¿Cómo esconder un elefante en la Quinta Avenida? Llenando la Quinta Avenida de elefantes. La prensa radio y TV tradicionales se han acorazado tras un gran velo, llamado objetividad, que lo único que hace es proteger al poderoso de la curiosidad ajena, para que pueda seguir operando en la oscuridad, es decir, en la impunidad. Y el primer poderoso de la actual sociedad de la información es el editor. En España, Jesús Polanco y Janli Cebrián. Los principales enemigos de la libertad de prensa en el siglo XXI son los editores. Por eso les molestan tanto los confidenciales: Internet ha posibilitado que un grupo de periodistas, a veces mínimo, a veces uno solo, pueda jugar a ser Polanco. En Internet se ha hecho realidad aquello de que el número ideal de socios es un número impar inferior a tres.

Incluso diría más; diría que aquellos confidenciales o prensa independiente de Internet que sienten la soledad del corredor de fondo e intentan acercarse a los medios tradicionales están renunciando a su libertad en nombre de la comodidad. Diría más, aquellos periodistas digitales que buscan el calor de los grandes medios, incluso si sólo lo hacen para que su periodismo en la www obtenga el reconocimiento del Sistema, corren el riesgo de ser abducidos por el Sistema y más les valdría el ser abducidos por extraterrestres. Se me ocurren algunos ejemplos pero mantengámonos dentro de la realidad: no los citemos.

Todo lo anterior es teoría, pero también práctica: llevo un cuarto de siglo en redacciones de todo tipo. He estado en diarios, semanarios, periódicos especializados, prensa regional, emisoras de radio y he colaborado en TV. He sido becario con perdón-, redactor, de mesa y de calle, reportero y editorialista y puedo asegurar que sólo he escrito con libertad en Hispanidad.com, que como estructura societaria es mínima, pero donde puedo hablar con libertad, principal requisito para decir la verdad. Y esto, aunque sólo sea porque, al igual que Giovanni Guareschi, en este medio se valoran mucho mis artículos, quizás debido a que soy el director del mismo.

Por todo lo anterior, los llamados punto-es, es decir, las ediciones digitales de los periódicos impresos, han fracasado en Internet. En el mejor de los casos, se han convertido en agencias informativas exhaustivas que hablan de todo y no influyen en nada, y cuyos redactores están tan dominados por la autocensura como sus compañeros de las casas matrices. Incluso más, porque no pueden competir con los diarios de papel que componen el elemento principal de la cuenta de resultados de los señores de la prensa.

Según Janli, la verdad es muy difícil de encontrar con lo que quiere decir que se precisan mucos medios. Eso es mentira. Lo que es difícil, no es encontrar la verdad, sino resumir, toda la realidad -porque es muy amplia y porque vivimos en una sociedad de saturación informativa-, y para ello sí se necesitan medios económico y humanos ingentes. Sin embargo, para decir la verdad no hacen falta redacciones con cientos de profesionales. Eso es necesario, insisto, para cubrir toda la realidad, y tiene más que ver con el rigor expositivo que con la verdad. Para contar la verdad lo que se necesita es no tener ataduras, y las ataduras no surgen cuando una empresa es pequeña, como Hispanidad, sino cuando es grande, como PRISA, y ha dejado de buscar la influencia par buscar directamente el poder. Como director de Hispanidad, que el PP vuelva al poder o que el PSOE se mantenga en Moncloa me importa un rábano. Hispanidad no pierde ni gana con ello. Me puede molestar por la ideología que cada uno de esos dos partidos aporta como dote al Gobierno -y en el presente caso no me gusta ni el bagaje de uno ni el del otro- pero a Hispanidad no le afecta lo más, mínimo. El director de El País no puede decir lo mismo, y el consejero delegado de PRISA, académico Janli, aún menos.

Por cierto, 48 horas después de arremete contra los confidenciales y la prensa de Internet, Janli ofrecía una rueda de prensa sobre la OPA de PRISA sobre el grupo portugués Media Capital. Desde el otro lado de la barrera, desde el poder económico, que es al que pertenece, Janli mintió como un poseso, se olvida del sagrado concepto de verdad y despotricó contra todo aquel que atentara contra los sublimes intereses pecuniarios de PRISA, que no eran la verdad, claro está, sino cómo hacerse con el poderoso grupo de habla portuguesa antes que su competidor RTL y al menor precio posible.

Y es que en eso ha degenerado el periodismo tradicional: macroempresas pendientes de su beneficio, que chantajean a los poderes políticos para obtener licencias de TV e instaurar monopolios, y a los poderes económicos para que les trasfieran dinero. Y naturalmente, en cumplimiento del remozado refrán, Janli cae en el viejo vicio : Dime de que acusas y te diré de que adoleces. Janli, príncipe, aquí el único chantajista que existe eres tú y el resto de los grandes editores. En PRISA chantajeasteis a la UCD y a Felipe González para crear un imperio fuera del cual no salía al sol. Chantajeasteis a Aznar porque osó resistiros, y, a la postre, también se rindió (remember, Janli, la operación Digital y la modificación de la Ley de Acompañamiento de los Presupuestos Generales del Estado para 2004 donde se os permitió mantener a un tiempo la TV generalista, el monopolio de la TV de pago y a la TV local) y ahora chantajeáis al tuercebotas de ZP, y le adviertes, como hacía Vito Corleone, que fuera hace mucho frío, y que nadie abandona a la familia sin pagar un precio.

Eso sí, te reconozco, querido Janli, que no eres un chantajista vulgar, eres un chantajista plutócrata, una categoría mucho más respetable en tu ambiente, es decir, en la Urbanización La Moraleja.

Eulogio López