Esto empieza a ser muy divertido. Insistamos, hasta que nos lo aprendamos todos: los comecuras de hoy no son como los del 36: no quieren destruir a la Iglesia, lo que quieren es conquistarla, más bien usurparla.

Vivimos tiempos de persecución educada. Ejemplos:

La Asociación ADECES (www.adeces.org) quiere que los ayuntamientos no alumbren las calles por Navidad, porque es un gasto tremendo. ADECES corresponde a la Asociación por los derechos civiles, económicos y sociales y uno espera a cada instante que le conviertan en derechos reproductivos, que es exactamente eso que usted está pensando y que es en lo que ha degenerado los llamados derechos civiles cuando sustituyeron a los derechos humanos. Hay quien le fastidia que los cristianos celebren la Navidad, y si las autoridades no lo han prohibido ya es por dos razones: perderían votos y perderían consumo.

Más. La asociación a Morir Dignamente está molestísima porque los capellanes de hospitales ofrecen la recepción del sacramento a enfermos terminales. Servicio al estado hospitalizado, y el problema era ese: que no había manera de que me ofrecieran los sacramentos, pero, al parecer, el problema de otros es el contrario. Por ejemplo, un hijo ha denunciado, y la Asociación ha cogido la denuncia en sus entrañas, y el gratuito 20 Minutos, que por el momento se mantiene en la persecución educada pero está dispuesto a pasar a mayores si la presión clerical se volviera insufrible, acusa a los tales capellanes de entrar en las habitaciones de los enfermos disfrazados de médicos con bata blanca. Es el uniforme que suelen vestir el personal sanitario. Con sotana no aparecen porque tampoco la visten en la calle. En cualquier caso, señores, esto es grave. No sólo eso: los taimados clérigos vestidos de blanco, como los dominicos de Torquemada, pero si no lo habían cogido, acompañan en su agonía a los pobres enfermos en lugar de hacer los del doctor Montes, ese ángel del Hospital de Leganés, cuyo principal objetivo consistía en que el paciente no recuperara ni las consciencia ni la conciencia, porque un ser humano enfrentado a la muerte es capaz de cualquier cosa: hasta de pedir un cura.

Y esto surge precisamente ahora, cuando el ministro de Justicia, Bermejo, tan proclive a abandonar las buenas formas de 20 Minutos a la hora de pararle los pies a la Iglesia, está que brama con Carlos Dívar, el nuevo presidente del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo. Bien que sea un católico reconocido, bien que se le haya visto en misa -no sólo en domingo y fiestas de guardar sino ¡en día laboral!, lo que revela, sin lugar a dudas, su fanatismo que acaba de mostrar su intrínseca perversidad al afirmar en la revisa ALBA las siguientes, inadmisibles y provocadora palabras:No me avergüenzo de Aquel al que amo sobre todas las cosas. Señores, esto ya es llegar demasiado lejos.

Mientras, los ilustrados que nos tutelan -mentes tan sofisticadas como las de los bancos de inversión- se preparan para fusilar -civilmente se entiende, porque los progresistas están en contra de la pena de muerte, salvo para no nacidos- al juez Fernando Ferrín, a quien se va a juzgar por delito de fe, el próximo día 24 en la ciudad de Murcia.

Seguimos en la persecución educada.