Me llegan correos de muchos lefevrianos, o sencillamente tradicionalistas. Algunos masacran al Papa Francisco, otros le califican de Antipapa y otros, simplemente, se burlan de él.

Ya saben, un tipo argentino y demasiado ignorante para jesuita... o demasiado astuto por jesuita. O medio tonto o malo íntegro. Me consta, incluso, que determinados miembros de la jerarquía eclesiástica -esa que la prensa laica (no hay otra prensa que la laica pero hagamos esta concesión a lo políticamente correcto) calificaría como la Iglesia conservadora- le menosprecian porque no es un teólogo de primera división como sus antecesores o porque no habla suficientes idiomas.

Si el Papa Francisco no le gusta, rece por él, y reserve sus críticas para cuando se ponga en oración: puede que Cristo le diga lo que no espera escuchar

De entrada, si el Papa Francisco no le gusta, señor feligrés, no le juzgue ni cuestione su autoridad: rece por él. Y reserve sus críticas al Pontífice para cuando se ponga en oración, al hablar con Dios, no para publicarlo en internet.

Primero porque, en oración, puede que Cristo le diga lo que no espera escuchar. Segundo, porque, como dice un teólogo amigo (sí, uno también puede tener amigos teólogos), los que mejor vemos los males de la Iglesia somos los curas: ¡pero, caramba, no los publicamos!

Dicho de otra forma, mucho me temo que el gran cisma que se nos viene encima, no tendrá por causa próxima a la progresía clerical sino, precisamente, a los conservadores o tradicionalistas.

¿Es que andan más cargados de razón los progres que los carcas No, los llamados tradicionalistas siempre tendrán más razón, por aquello de que lo que no es tradición es plagio. Especialmente en la doctrina cristiana, en la que nada puede cambiar porque Dios es inmutable.

Ahora bien, el problema de los tradicionalistas con el Papa Francisco no es de verdad sino de caridad. Y recuerden que por mucho que hoy se valore la inteligencia, la sabiduría de los hombres es necedad ante Dios.

Pero la caridad no es necedad: el amor es lo único que Cristo necesita del ser humano.

Y así, volviendo al ensañamiento de los lefevrianos con el actual Pontífice, insisto, Francisco no es ningún antipapa, lo que va a ser, ya está siendo, es un Papa mártir, prisionero, hasta allá donde el Espíritu Santo lo permita, de los que le alaban tanto como manipulan sus palabras)

Y volviendo a las críticas de los tradicionalistas, llamo en mi auxilio a esa profeta madrileña, de nombre Marga, que recibe "dictados" de Jesús y de Santa María. Autora de dos libros, me adelanto ahora con la publicación de una revelación de la Virgen, que supongo aparecerá en el tercer volumen, posiblemente último, que se publicará. Dice así Santa María a la madrileña Margarita:

"Éste es un Mensaje para los Tradicionalistas.

Para los que critican a mi Papa.

Se llaman a sí mismos "Tradicionalistas", pero lo son, no de una religión, sino de unas costumbres. Costumbres, que luego en su vida privada veo que cambian a su antojo, según la circunstancia y lo que les convenga. Te digo todo esto con lágrimas en los ojos, pues es mucho lo que hieren mi Corazón.

Lo  hieren, porque en sus mentes está siempre el juicio al hermano. Y, en esta ocasión, no les ha importado incluso que sea al Papa. Y aun los que creen que este Papa es auténtico, aún esos gastan sus días en encontrarle un equívoco y en criticarle. En vez de emplearlos en convertirse, pues falta les hace, y se acerca el Día".

¿Queda claro Menos criticar y más convertirse y convertir.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com