Sr. Director:

Quizá una de las actuaciones más infames de las previstas por este Gobierno sea la implantación de la asignatura "educación para la ciudadanía", no porque sea malo educar a los escolares para ser buenos ciudadanos, sino porque lo que se pretende en realidad es adoctrinarlos en los supuestos valores que el partido en el Gobierno quiere imponernos. Esto, que atenta contra el artículo 26.3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el principio 7º de la Declaración Universal de Derechos del Niño y el artículo 27.3 de nuestra Constitución, debe ser también rechazado por cualquier ciudadano que se considere mínimamente demócrata y conserve algo de decencia.

Dicho esto -y no puede decirse ni más claro ni más rotundo-, en la práctica dicha asignatura no debería preocuparnos tanto. Me explico: si los padres de verdad educamos a nuestros hijos en casa y de acuerdo con los valores que consideramos mejor transmitirles, poco nos puede preocupar lo que pretendan imponerles en el colegio, ya que llegarán allí suficientemente vacunados contra el adoctrinamiento.

Pero el problema es que a nuestros hijos no los educamos con esa coherencia: les hablamos de valores importantes; pero en la práctica nos dejamos llevar por el mismo hedonismo, materialismo y cultura del deseo que están implícitos en dicha asignatura de "educación para la ciudadanía"; y es por esto por lo que nos preocupa que en el colegio oigan lo que ven en casa, lo conviertan en dogma y acaben adoctrinados -y aborregados- por el partido único.

Para los ciudadanos católicos -por concretar-, la mejor manera de luchar contra dicha asignatura es sacudirnos el complejo de inferioridad que tenemos, formarnos para aprender a transmitir nuestras creencias y nuestros valores... ¡y vivirlas con coherencia delante de nuestros hijos!

José Alberto Fernández

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