Estamos ahogando a la gente, a la libertad individual y al tejido productivo. La tarea de un Gobierno es justamente la contraria.

Y sentenciaba, con palabras de un ciudadano anónimo: Cada vez me siento menos protegido y más controlado. Son palabras de Artur Mas, el líder del nacionalismo catalán y son lo más pertinentes que le oído a un político español desde hace un tiempo, el mejor resumen de lo que está pasando. No en España, sino en el mundo. No creo que Mas se refiriera a algo tan simple como las cámaras que llenan nuestras calles ni al hecho de que la capacidad normativa aumente con cada añada. No, es la obsesión del poder por controlar al ciudadano, siempre, naturalmente, en nombre de nuestra salud y de nuestra seguridad. El resultado es doble: en materia de salud, no hemos conseguido aumentar la calidad de vida pero sí alargar la vejez y las dolencias, en materia de seguridad, simplemente háganse esta pregunta: ¿Se siente usted más seguro que ayer? ¿Y que anteayer?

La queja de Mas es muy cierta. Le bastaba haber puesto el ejemplo de la policía de la basura que ha puesto en marcha el alcalde de Madrid, inefable Gallardón, que encima es un tipo de lo más popular. Sabuesos que husmean los contenedores para descubrir que no distribuye usted correctamente su desperdicios una tarea imposible, que, como toda norma imposible, se presta la impunidad del controlador pero, ante todo, una normativa estúpida.

Eulogio López

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