Para mí, que la receta del Papa Benedicto XVI a sacerdotes y fieles es muy sencilla: hay que confesarse más. Al parecer, ese es el secreto del éxito. Habló el Papa Ratzinger de

el ofuscamiento de la experiencia de Dios y la pérdida de sentido de pecado. En efecto, el pecado del siglo XX era ése: la pérdida de sentido del pecado, pero el del siglo XXI es un paso más, es el ofuscamiento de la idea de Dios y, suprimido el maestro, el ofuscamiento de las ideas de bien y mal, sin las que, no es que se viva mejor o peor, sino que, sencillamente, no es posible vivir.

Estoy hablando de un regreso a la soberbia en estado puro: no es que se haya perdido el sentido del pecado eso fue antes-, es que se desafía al mismo Dios: yo no peco porque todo lo que hago está bien y, si algo hice mal, no lo hice con mala intención. Eres tú, Padre Eterno, el equivocado. Pero yo, de profesión librepensador, soy tan tolerante que estoy dispuesto a iniciar un diálogo para que alcancemos un cierto consenso. En definitiva, no sólo es que uno piense que no ha pecado, es que sabe, a ciencia cierta, dónde y cómo pecan los demás, en su mayoría animados de pérfidas intenciones que contrastan con nuestra inmaculada actitud... y hasta donde peca el pecado mismo.

Sin embargo, Benedicto XVI estos pontífices son muy tozudos- insiste en la necesidad de la penitencia esta vez con la mirada vuelta, no hacia los laicos, sino hacia los presbíteros: Queridos hermanos, es necesario volver al confesonario, como lugar en el que celebrar el Sacramento de la Reconciliación, pero también como lugar en el que habitar más a menudo, para que el fiel pueda encontrar misericordia, consejo y consuelo, sentirse amado y comprendido por Dios y experimentar la presencia de la Misericordia Divina, junto a la presencia real en la Eucaristía. Lo de habitar los confesionarios tiene cierta coña. Para que luego digan que tenemos un papa intelectual, un pontífice demasiado serio. Además, constituye una cierta alusión al hecho de que algunos confesionarios, en algunas iglesias de Occidente crían telarañas, como corresponde a una casa deshabitada.

Como nunca he trabajado en el Vaticano voy a traducir de forma aviesa la cuestión: ¡Curas: meted horas en el confesionario! Y es que, últimamente, las celdillas pareen como esos jarrones chinos en las que no se experimenta el menor dinamismo, unos objetos decorativos que llevan una vida plácida y mayormente inhabitada. Habitáculos sin bicho que, cuando el penitente busca lo que busca, nunca lo encuentra.

El Pontífice está animando a los seglares a acudir al sacramento de la penitencia y a los clérigos a pasar más horas administrando dicho sacramento. Porque la historia de la Iglesia durante el último medio siglo puede resumirse así: Aumenta el número de comulgantes y desciende el de penitentes. Lo cual más que pensar da que penar.

Esta cuaresma, que creo va a traerle sorpresas a la humanidad, es un buen momento para aplicar la terapia de Benedicto XVI: los curas al confesionario y los laicos, también. Es mucho lo que está en juego.

Eulogio López

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