La vicepresidenta primera del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, ha vuelto a dar la nota. Como el aborto no le preocupa a nadie los periodistas adscritos al Consejo de Ministros le han preguntado, por enésima vez, por la cuestión.

Y no ha respondido lo mismo porque Soraya nunca se aparta del guión previsto. En otras palabras, hay que leerla entre líneas: "El presidente y todo el Gobierno apoya el Proyecto Gallardón". Pero muchacha, Soraya, princesa, ¿no habíamos quedado en que lo tuyo era la ley del 85 Pues la ley del 85 no es exactamente lo mismo que la Ley Gallardón… aunque terminará siéndolo. O sea, 100.000 homicidios anuales.

No es lo mismo en cuanto al aborto más miserable. El que asesina al disminuido, y no lo es porque, aunque exija para el gran coladero del aborto psíquico, la aquiescencia de dos médicos ajenos al abortorio, lo cierto es que ya se encargará el abortorio de que sean médicos amigos.

Total: con la ley del 85 nos topamos con más de 100.000 abortos anuales y con la de Gallardón lo mismo.

Lo que ha ocurrido es que Gallardón le ha dado un ultimátum a Rajoy: harto de que le arreen en su propio partido, ha pedido el apoyo incondicional al proyecto… ¡que lleva dos años de tramitación! Y Rajoy, que no está para más líos, se lo ha concedido. Y va Sorayita y miente… en sede monclovita y ante la canallesca. Ni más ni menos.

De postre, obtenido el apoyo presidencial, Gallardón, todo un experto en cinismo, se permitió el lujo de despreciar la opinión de la Conferencia Episcopal porque a un ministro sólo le basta "el apoyo de su presidente". Tranqui, Gallardón, no es que la Conferencia Episcopal te haya apoyado. Los obispos han dicho lo que tenían que decir: una ley menos mala que la anterior pero homicida.

Somos un país abortero pero también suicida. El número de suicidios se disparó en 2012, hasta superar los 3.500. Y la cosa va en aumento, o mato o me mato; o aborto o me suicido.

¡Qué aversión le tenemos los españoles a la vida! El país alegre de antaño se ha vuelto homicida ogaño. Y tristón, porque nada hay más triste que el aborto. Bueno sí: el suicidio.

Eulogio López

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