Dormir es una de las funciones más esenciales del organismo, tanto como alimentarse o respirar. Sin embargo, en la vida cotidiana muchas personas siguen tratando el descanso como si fuera un lujo prescindible. El trabajo, las preocupaciones, las pantallas y los hábitos poco saludables han convertido al insomnio y a los trastornos del sueño en una epidemia silenciosa que afecta a millones de personas en España. Y las consecuencias van mucho más allá del cansancio o la irritabilidad.
El Dr. David A. Pérez Martínez, jefe de servicio de Neurología del Hospital Universitario La Luz lo señala con claridad: “Un sueño insuficiente o de mala calidad no solo afecta el rendimiento diario, sino que también puede aumentar el riesgo de enfermedades como ansiedad, depresión y, a largo plazo, incluso alzhéimer”.
Según datos de la Sociedad Española de Neurología, entre un 20% y un 48% de los adultos en nuestro país sufre insomnio, ya sea ocasional o crónico. Y hasta la mitad de la población reconoce tener hábitos perjudiciales para el descanso
Millones de personas en riesgo
Según datos de la Sociedad Española de Neurología, entre un 20% y un 48% de los adultos en nuestro país sufre insomnio, ya sea ocasional o crónico. Y hasta la mitad de la población reconoce tener hábitos perjudiciales para el descanso. Esto significa que millones de personas se exponen cada noche a un riesgo acumulativo para su salud física y, sobre todo, mental.

Porque dormir mal no es solo dormir poco. Es también tener un sueño interrumpido, irregular, de mala calidad. Y esto afecta de forma directa a nuestras emociones, nuestra memoria, nuestra capacidad de concentración e incluso al funcionamiento del sistema inmunológico. A medio y largo plazo, la falta de sueño se relaciona con un mayor riesgo de ansiedad, depresión, enfermedades cardiovasculares y deterioro cognitivo.
El trabajo, las preocupaciones, las pantallas y los hábitos poco saludables han convertido al insomnio y a los trastornos del sueño en una epidemia silenciosa
Aunque todavía hay quienes creen que dormir menos es una forma de ser más productivos, la ciencia insiste en lo contrario. Dormir bien no solo mejora el rendimiento intelectual y emocional, sino que protege al cerebro del envejecimiento prematuro. En este sentido, las investigaciones han demostrado que el sueño actúa como un mecanismo de limpieza cerebral: durante las fases profundas del descanso, el sistema nervioso elimina desechos y toxinas que, si se acumulan, podrían contribuir a enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
Pilar fundamental
Ante esta situación, los expertos hacen un llamamiento para que el sueño sea tratado como un pilar fundamental de la salud. No basta con irse a la cama ocho horas: también es importante cuidar lo que ocurre antes y durante ese tiempo. Entre las recomendaciones más importantes están: establecer horarios regulares, evitar el uso de pantallas al menos una hora antes de dormir, reducir el consumo de cafeína y alcohol por la tarde y noche, y crear un entorno de descanso adecuado, con oscuridad, silencio y temperatura agradable.
Dormir bien no solo mejora el rendimiento intelectual y emocional, sino que protege al cerebro del envejecimiento prematuro
Además, cuando existen síntomas persistentes como despertares frecuentes, dificultad para conciliar el sueño o sensación de fatiga al despertar, conviene acudir a un especialista. Algunas alteraciones como la apnea del sueño o el insomnio crónico pueden diagnosticarse con pruebas como la polisomnografía, que analiza durante la noche la actividad cerebral, respiratoria y cardíaca.
En definitiva, dormir bien no es una pérdida de tiempo, sino una inversión en bienestar. Y en una sociedad cada vez más acelerada y estresada, hacer del descanso una prioridad es, quizás, el acto más revolucionario de autocuidado.
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