Decíamos en Hispanidad que el Gobierno Sánchez vive en estado de descomposición acelerada, se ha convertido en una máquina de propaganda y en una fábrica de consignas. Pedro Sánchez vive pendiente de las encuestas y ya no sabe qué hacer para remontar. Así que como no se le ocurría nada, se inventó un debate con Feijóo en el Senado, y algo quedó claro, Sánchez cada día tiene menos ideas, está más desquiciado y acumula más retoques estéticos, tres indicadores que confirman que empieza a estar acabado. 

En comunicación aconsejan que, cuando las cosas se ponen feas, hay que mejorar la imagen, y Sánchez se lo ha tomado a pecho, en el debate pudimos ver como, al hablar, prácticamente no gesticulaba. Su cambio físico es más que evidente. 

Desde que empezó su carrera política Sánchez le ha dado mucha importancia a su aspecto físico, más que ningún otro presidente del Gobierno de la democracia, algo que ha potenciado aún más durante los últimos meses en los que las encuestas apuntan a que está todo perdido, además de sesiones de maquillaje, el líder socialista habría recurrido, en más de una ocasión, a retoques estéticos para mejorar su imagen.

Uno de sus principales problemas, cuando comenzó su ascenso en el partido y su camino hacia Moncloa, eran sus cicatrices a causa del acné, para mejorarlas, su sanchidad habría recurrido al láser, un tratamiento que, tras varias sesiones, consigue eliminar las cicatrices, regenerar la piel dañada y mejorar su aspecto en poco tiempo. Este es otro de los problemas de Sánchez, el tiempo, no puede guardar reposo o estar 'escondido' en casa, su posición le obliga a estar en una exposición pública continua, por lo que necesita que los tratamientos sean aptos, de recuperación rápida y casi inapreciables a primera vista. 

Por esto, Sánchez parece un amigo habitual de los tratamientos de bótox, de las infiltraciones de ácido hialurónico y de los cócteles vitaminas en zonas donde la expresividad es mayor y, por tanto, son más sufridas al paso de los años. El líder socialista habría recurrido a este tipo de infiltraciones tanto para tratar las arrugas de los ojos, como las del entrecejo o la frente. 

Su pelo también le preocupa y es el cambio más evidente al que nos tiene acostumbrados. No es de extrañar verle un día con el pelo blanco y al día siguiente observar como su cabellera ha recuperado su color oscuro, dejando entrever alguna cana sutil con la que siempre busca dar un aspecto de seriedad y madurez. 

La piel de su sanchidad siempre tiene un moreno envidiable por lo que es posible que recurra también a sesiones de rayos UVA en invierno. Su mujer, Begoña Gómez, también se ha apuntado a los retoques, sus pómulos, boca y mandíbula han cambiado buscando un gesto más suavizado y amable. 

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Objetivamente hablando, el balance de la gestión del Gobierno es un desastre de proporciones históricas. Además, hay que entender la curiosa personalidad de Pedro Sánchez, un narcisista que no deja de mirarse al espejo y prorrumpe en aquello de “Mecachis, qué guapo soy”. Ambos hechos son la combinación perfecta para recurir a estos retoques y arreglillos, y es que ya lo dijo el propio Sánchez cuando le preguntaron sobre su atractivo, "Ser guapo en política a priori es positivo, pero ser muy, muy guapo igual hace que no te tomen verdaderamente en serio". A lo que Sánchez contestó "Soy guapo a secas", y él quiere ser muy muy guapo. 

Pero Pedro, ten cuidado, ya lo dijeron Isabel Rodríguez y Tezanos: "Eres guapo y hay gente a la que le molesta eso". De ahí todos los males.