La ultra, fascista, admiradora de Mussolini, representante de la extrema derecha y ultraderechista Meloni arrasaba hace unos días en las elecciones de Lombardía y Lacio, demostrando que lo está haciendo bien: ahora los italianos la votan sabiendo cómo gobierna, no solo por lo que promete electoralmente. 

Y sus decisiones no han sido pocas, dos de las más polémicas adelantaban su política económica: anunció que el parado que rechazara un trabajo "razonable", perdería el subsidio de desempleo y otra de sus iniciativas fue eliminar el ingreso mínimo vital italiano. La Primer Ministro lo dejó claro: "Entre la sopa boba y robar, cabe la posibilidad de trabajar", anticipando así su política de reducir el gasto público y los subsidios. 

Esta semana ha defendido la eliminación del llamado "Superbonus", un paquete de incentivos fiscales y créditos para realizar obras de restructuración de casas y fachadas introducido en 2020 por el gobierno entre el Partido Demócrata (PD) y el Movimiento 5 Estrellas (M5S), a través de deducciones fiscales hasta el 110% del coste de las obras para hacer que los edificios sean "más eficientes energéticamente". Meloni justica que el gasto público de esta partida es excesivo, aunque ha anunciado que se reunirá con las constructoras para ver la manera en la que el Estado pueda seguir ayundando al sector de una manera más sensata: “Convocaremos a todas las asociaciones (de constructores) para preguntar cómo podemos ayudarlos y poner todo en un camino sensato”. 

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Meloni ha puntualizado que el coste total de los créditos para las obras "es actualmente de 105.000 millones de euros", algo insostenible para el país y denunció que "ha habido estafas por 9.000 millones".

La Primer Ministro fue aún más específica: "el superbonus costó 2.000 euros a cada italiano", asegurando que es el momento de "buscar soluciones para evitar la quiebra de miles de empresas" mientras se cuida el presupuesto público. 

“Si dejamos el superbonus como está, no tendríamos dinero para los presupuestos", sentenció Meloni.