El acuerdo ente Pekín y el Vaticano sólo ha servido para que Xi Jinping siga nombrando obispos de los que no creen en Dios sino en el Comité Central del Partido Comunista Chino.
Lo explica muy bien, con somera elegancia, para no ridiculizar al Vaticano, Religión en Libertad. El sábado el Papa Francisco tuvo que ceder ante Xi Jinping y nombrar a José Shen Bin, de 53 años, nuevo obispo de la macrourbe de Shanghai.
Se dice por decir, claro está, porque lo cierto es que el señor obispo ya ejercía como prelado de Shanghai... porque ya le había nombrado el Gobierno sin pedir opinión al Vaticano.
El punto principal del acuerdo entre ambas 'potencias' consistía en que la Iglesia católica no sería perseguida a cambio de que aceptara a los obispos de la llamada Iglesia Patriótica China y los nuevos nombramientos se hicieran en común.
No fueron pocos los sacerdotes y fieles que consideraron que Francisco les había vendido a los comunistas, pero es que encima, el inefable secretario de Estado Pietro Parolin ha ido cediendo en la aplicación del famoso decreto. Pues no lo ha hecho en el caso de Shanghai, la ciudad más relevante del país.
En resumen, que los comunistas chinos le siguen le siguen tomando el pelo a la Iglesia.
El acuerdo ente Pekín y el Vaticano sólo ha servido para que Xi Jinping siga nombrando obispos de los que no creen en Dios sino en el Comité Central del Partido Comunista Chino.
Dicho sea.