Vaya por delante que el acuerdo todavía tiene que ser ratificado, tanto por Donald Trump como por Xi Jinping. La firma del norteamericano parece segura -fue él quien anunció el acuerdo, este miércoles-, pero el dictador chino no ha dicho nada, de momento.

Lo que conocemos del acuerdo: EEUU pagará aranceles del 10%, reactivará el envío de software de diseño de chips y materiales químicos a China, y volverá a admitir a estudiantes chinos en las universidades. Pekín, por su parte, pagará aranceles del 55% y suministrará por adelantado los imanes y las tierras raras necesarias.

"Nuestro acuerdo con China está cerrado, sujeto a la aprobación final del presidente Xi y mía. China suministrará por adelantado los imanes y las tierras raras necesarias. Asimismo, le proporcionaremos a China lo acordado, incluyendo el acceso a estudiantes chinos en nuestras universidades (¡lo cual siempre me ha parecido bien!). Nos aplican aranceles del 55%, mientras que China recibe el 10%. ¡Nuestra relación es excelente! ¡Gracias por su atención!", escribió Trump en su red social, Truth Social.

Dicho esto, pactar con China no es un triunfo del libre comercio, como hemos dicho en alguna ocasión en Hispanidad, sino más bien lo contrario: es un fracaso de Occidente y de Trump, en su intento de detener el colonialismo rojo. Y Europa, además, es culpable de no haber secundado al presidente estadounidense.