Los hechos: esta semana varios periódicos han asegurado que el Gobierno Sánchez ya se ha puesto en contacto con el Vaticano para que los monjes benedictinos, dirigidos por el prior Santiago Cantera, sean expulsados del Valle de los caídos y el Gobierno pueda instalar allí un parque temático dedicado a la grandeza de la II República en general y del Sanchismo en particular.

Una resignificación, como dicen los ministros del Gobierno. Es decir, ganar por decreto la guerra que perdieron en 1939, a costa de pisarle el rabo al león después de muerto y ensañarse con un cadáver de hace casi 50 años, una postura que, como se sabe, rebela coraje y audacia. Se trata de exaltar la figura de Pedro Sánchez, el gran profanador de cadáveres de la democracia española el mismo que aseguró que pasaría a la historia por trasladar el cadáver de un tal Franco... muerto hace 49 años.

Pues bien, es mentira. El Gobierno no está negociando con el Vaticano la resignificación del Valle de los Caídos pero ha filtrado que lo está haciendo.

Lo que el Gobierno ha hecho no es negociar con el Vaticano sino decir que negocia. Esto es: lo que está haciendo es calumniar al Vaticano y ningunear a los obispos españoles, perdidos en sus absurdas trifulcas internas sobre quién es más progresista... justo mientras arde Roma, es decir, mientras la fe agoniza en España.

Es mentira que el Gobierno negocie con la Iglesia la marcha de los benedictinos: es un bulo que el Ejecutivo está filtrando a los medios amigos para que cuando envíe a la Guardia Civil a expulsar a los monjes parezca algo pactado y no algo obligado.

Por eso, el Vaticano ahora mismo, no puede callar. Por eso, la Conferencia Episcopal Española debe dejar de mirar a Gibraltar y exigir que se cumplan los tratados entre los gobiernos soberanos de España y del Estado de la Ciudad del Vaticano, porque estamos hablando de un terreno propiedad del Estado pero de una basílica pontificia y camposanto, donde manda la Iglesia y según los acuerdos Iglesia-Estado.

Ni los lugares sagrados se asaltan ni los cadáveres de los cementerios se profanan. Y este no es sólo un principio cristiano, ni tan siquiera jurídico: es el comienzo de toda civilización que, según la antropología, comienza cuando empezamos a enterrar a los muertos, es decir, a respetarlos.

El Ejecutivo Sánchez asegura que ya negocia con el Vaticano, exactamente igual que hizo Carmen Calvo, entonces vicepresidenta primera, cuando se fue a Roma a entrevistarse con el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano y volvió a Madrid asegurando que el Vaticano le había dado permiso para profanar el Valle de los Caídos y exhumar el cadáver de Franco... lo que provocó una nota aclaratoria del Vaticano -hecho realmente  extraordinario- asegurando que aquello era mentira.

Es igual, la embustera de doña Carmen Calvo, hoy al frente del Consejo de Estado, ya tenía coartada para su desafuero. Lo mismo que ahora. Por la fuerza, Sánchez quiere invadir Cuelgamuros pero como es muy democrático asegura que el Vaticano le apoya.

Hasta aquí, los hechos: es decir, un bulo más del gobierno presuntamente perseguidor de bulos. Ahora, su significado: lo que más odia el masoncete ministro Ángel Víctor Torres, ministro de Memoria Histórica del Gobierno Sanchez, es esa Cruz del Valle de los Caídos: no pueden sufrir la cruz más grande del mundo visible sobre buena parte de la sierra de Madrid. Ahora bien, al igual que le ocurrió a los radicales de Podemos, resulta que no es tan fácil derrumbar la cruz y aún menos fácil convertirla en un obelisco masónico. Cuestión de ingeniería.

Por tanto, la Comisión interministerial, nada menos que seis ministros, creada para reivindicar, por consenso (consenso intragubernamental se entiende) ha colocado todos sus cañones contra los benedictinos que cuidan de Cuelgamuros, un lugar por el que velan los monjes dirigidos por el prior Santiago Cantera, creado para la concordia entre los muertos que no supieron tener concordia en vida y acabaron en una guerra civil.

Torres se ha empeñado en echar a los frailes como sea y esta semana que camina hacia su conclusión, la de los Sanfermines -palabra que es más que una mera coincidencia- Torres, como digo, ha pregonado por todos sus medios amigos, que el gobierno ya negocia con el Vaticano la expulsión de los monjes benedictinos, cuyo prior es el resistente Santiago Cantera. Cuando organiza un corrillo con periodistas, al ministro masoncete le gusta hablar de los "monjes okupas" del Valle. Aquí la única okupación que existe es la del huesos de los muertos.

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Pues bien, el Vaticano y los obispos españoles deben invocar los acuerdos entre España y el Vaticano para recordar que el Gobierno no es quién para expulsar a los benedictinos de una basílica pontificia. Yo iría a más, dede luego, y pondría el foco sobre la profanación de cadáveres que Moncloa está perpetrando en el Valle de los Caídos, una profanación costosísima para los españoles (55.000 euros unidad) e incierta en sus resultados, que supera todo el morbo y todo el ridículo imaginables en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

Insisto: si la Iglesia, ya no sólo de la Conferencia Episcopal sino el Vaticano, no habla permitirá, por consunción, que los benedictinos abandonen el Valle y la masonería podrá ejecutar la gran blasfemia de un lugar sagrado.

Por cierto, ayer jueves 11 de julio, se celebró la festividad de San Benito de Nursia, fundado del monacato occidental... y de la Orden benedictina.

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