660.000 euros ha dedicado hasta ahora el Gobierno a exhumar restos de cadáveres enterrados en el Valle de los Caídos, es decir a profanar cadáveres. Hasta ahora, el profanador Sánchez ha conseguido identificar 12. Eso significa que cada cadáver exhumado nos ha costado 55.000 euros a los españoles... no está mal.

Ahora, el ministro Torres asegura que no es suficiente, y entonces el Consejo de Ministros aprueba, martes 9 de julio, otra asignación de 1,1 millones de euros. 

Ojo a las razones: argumenta el señor ministro que a las 60 primeras peticiones de exhumación se han sumado ahora 170 peticiones más. Entiéndase gente que no tiene ni idea de si sus familiares están enterrados en Cuelgamuros o en Hinojosa del Duque. Pero oye, por probar y mientras pague el Gobierno con el dinero de todos nosotros... Naturalmente, Torres calla que son más de cinco veces los familiares que han exigido que no se toque los restos de sus fallecidos. Esos sí saben que están enterrados en el Valle y quieren que no se profane sus cadáveres. No les han hecho ni caso. 

En el entretanto, se adeuda a los monjes benedictinos cerca de 3 millones de euros. 

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A ver muchacho, las cuentas: en el Valle de los Caídos hay enterrados 34.000 cadáveres, 22.000 nacionales y 12.000 republicanos. Miente como un bellaco el ministro Torres cuando afirma que no fue un lugar de concordia, dado que los cadáveres nacionales fueron enterrados en féretros individuales y con su identificación, mientras que los republicanos no. Mentira. Tanto franquistas como republicanos fueron enterrados individualmente, cuando había identificación, y en conjunto cuando procedían de fosas comunes y no estaban identificados... fueran nacionales o republicanos. 

En todo caso, ¿no sería mejor dejar en paz a quienes ni murmuraron del grande ni ofendieron al pequeño, es decir, a los muertos?

El embuste del ministro opera, a su vez, sobre un embuste más gordo: el de que lo de las fossa comunes era cosa de los franquistas. Todo lo contrario: las fosas comunes eran especialidad de socialistas, comunistas y anarquistas... que fueron los que mataron sin juicio previo, al revés que los franquistas que en cuanto terminó la fuerza, establecieron, fueran muchas o pocas, garantías judiciales.

Mientras, Torres sigue sin informarnos de qué va a hacer con la cruz más alta de mundo y con los monjes benedictinos que cuidan de la basílica la hospedería y la escolanía.

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Llevan seis años porque no se atreven a derribar la cruz más alta del mundo pero, en el entretanto, se diviertan profanando cadáveres, en un relato preñado de mentiras.  

En todo caso, ¿no sería mejor dejar en paz a quienes ni murmuraron del grande ni ofendieron al pequeño, es decir, a los muertos?