Villarejo está en permanente estado de akathistos. Erguido con la sana intención de incordiar un poquito
En la curva que enlaza la M-30 madrileña con la carretera de la Coruña, alguien ha escrito: “Vivimos en demomafia”.
Akathistos, himno bizantino dedicado a la Madre de Dios, significa “el que no está sentado”. Pues eso, Villarejo está akathistos, en permanente estado de akathistos. Erguido con la sana intención de incordiar un poquito, lo que en mi barrio natal de Ventanielles, mala gente con mala lengua, calificábamos como tocahuevos.
Gracias a este pésimo ciudadano nos enteramos de cosas que han pasado, que nada hay tan revelador como el testimonio del empleado despedido, la mujer repudiada o… el imputado en peligro de cárcel. Son las mejores fuentes, los más prolíficos, los más largones, los que, suprimidas sus interesadas exageraciones, producto de sus rencores, más se aproximan a la verdad.
Y todo esto resulta bello e instructivo pero resulta que un país no puede vivir pendiente de un policía corrupto que quiso hacerse millonario espiando a políticos de izquierda y de derechas, a banqueros, a empresarios, a periodistas y a alguno que pasaba por allí.
Y ahora se dedica a chantajear a todos, a todas y a todes. El juez García-Castellón tiene un deber patriótico: acabar enseguida esos sumarios, Y si necesita ayuda, que se la presten. Pero ningún país puede aguantar esta sangría. Ni tan siquiera España, y mira que ha aguantado y aguanta cosas. Al menos para no vivir en demomafia.