El pasado sábado 27 moría Eugenio Nasarre, al que me gusta calificar como el último democristiano. Eugenio significa de buen origen, de buena estirpe, aunque generalmente ha sido traducido como el bien nacido. Los españoles sabemos con qué ánimo utilizamos el insulto mal nacido, así que no necesito explicarles la belleza del nombre Eugenio.

Ha muerto con 77 años y su vida política terminó cuando, en 2008, en pleno zapaterismo, Mariano Rajoy decide librarse de sus adherencias católicas que, para un moderno como él, constituían una rémora a su progresismo de derechas de toda la vida.

¿Razón próxima de la salida de Nasarre de la vida publica? Que Eugenio siempre fue un provida y aunque aceptó las directrices pacatas del acomplejado de José María Aznar, quien no se atrevió a tocar la ley de aborto de 1985 de Felipe González, Nasarre siempre apoyó al movimiento provida que aún aleteaba en el PP de Aznar y que Rajoy acabó por degollar de forma definitiva.

Lo primero que se puede decir de Eugenio Nasarre es que era un hombre educado y cordial, lo que no es poco entre la clase política española, que, en especial con Pedro Sánchez, se ha vuelto maleducada y grosera. Nasarre era un democristiano, y por muchas bromas que hagamos sobre los "pedepitos" (de cuando Óscar Alzaga forjó el PDP) y a pesar de todos los chistes sobre la Izquierda Democrática de Joaquín Ruiz Giménez -yo me sé unos cuantos-, partido en el que militó Nasarre, lo cierto es que la Democracia Cristiana ha sido la corriente política que tras la II Guerra Mundial, forjó la Unión europea de Robert Schuman y con ello la Europa de hoyen día. La democracia cristiana fue la ideología asumida por el PNV y por CIU. Cayo como ideología por el ... chiste de Durán Lleida, del que se decía que era cristiano de cintura para arriba y demócrata de cintura para abajo.

En definitiva, la democracia cristiana cayó cuando los democristianos empezaron a preocuparse más de la democracia y menos de Cristo. Es el gran engaño de hoy en día, pensar que la democracia es una religión cuando sólo es un sistema político.

Pues bien, la muerte de Nasarre el último democristiano, debería ser el momento de recuperar la Democracia Cristiana, en forma y fondo. Nasarre muere el mismo día en el que Abascal es reelegido por unanimidad. Ni tan siquiera tuvo opositor, aunque hubo quien lo intentó. Era, es, un momento idóneo para rebautizar al partido Vox, como democracia cristiana de verdad, aunque me temo que al PP no le hubiera gustado nada. Fiel a su macedonia ideológica, el PP ha enterrado el concepto de democracia-cristiana -a Feijóo no le fastidia la democracia pero si el cristianismo, cuando lo cierto es que la una no puede subsistir sin el otro- pero se guarda mucho de detentar el 'copyright', par que no aflore esa gran verdad, oculta por la propaganda tanto sociata como pepera, de que Vox es un partido ultra, cuando lo que es es un partido cristiano... aunque algunos de sus dirigentes lo sean tirando a poco.

Vox sería la fuerza destinada a recoger ese testigo de la democracia cristiana. A lo mejor así resucitaba la ideología que, como decía antes, forjó la Europa actual y el reelegido Abascal no degeneraría en político opositor que dice cosas sensatas pero no se atreve a gobernar.

El acierto de los democristianos consistió en saber que de poco vale cambiar el Gobierno si no cambia la sociedad pero ese acierto provocó su rotundo fracaso político durante la Transición... por sus repugnantes cesiones de ideario, sobre todo en del derecho al a vida del no nacido.

De hecho, Eugenio Nasarre, como otros democristianos, acabó por romper con la derecha española por el trágala del aborto. Se le achacará que tardó demasiado pero, al final, pudo la coherencia de la denuncia frente al egoísmo de seguir pasando de cargo en cargo o de retener un escaño.