Ningún amante del sarcasmo debe perderse el numerito de ayer en el Congreso de los Diputados, el Tribunal Constitucional y el Consejo europeo, con un Pedro Sánchez en éxtasis místico ante la ruptura de la democracia por parte de la derecha española. Todo resultó tan divertido como inquietante. La izquierda abandonó por primera vez su cinismo y la derecha abandonó por primera vez su tibieza. Y luego nos quejamos de nuestra clase política, nos proporciona unos espectáculos únicos en el mundo.

Por ejemplo, no conozco ningún otro parlamento donde los enemigos del país intenten destruir el país desde la tribuna de oradores del parlamento del país. No conozco ningún legislativo europeo donde el propio Gobierno alienta el odio contra la nación desde el templo de la soberanía nacional.

Contemplar a los neocomunistas predicar la democracia no deja de recordar los 'mejores' momentos de la II República... los que precipitaron la guerra civil

En cualquier caso, aguar los delitos de sedición y de malversación simplemente para honrar la figura de los delincuentes Puigdemont, Junqueras y compañía (más de 30 serán los políticos independentistas que se beneficiarán de la norma), constituye la penúltima obra maestra de Pedro Sánchez Pérez-Castejón, un hombre verdaderamente singular.

El jueves, Gabriel Rufián pronunciaba en esa tribuna de oradores la frase que no escuchábamos desde el 1-O: "los catalanes queremos votar". ¿Lo cogen? La mitad de los catalanes -no llega-, unos 3,5 millones de habitantes, nos quieren quitar Cataluña a 47 millones de españoles... pero eso es lo democrático. E insisto: que el Congreso esté poblado de proetarras, separatistas, proletarios y burgueses, totalitarios de diverso signo, estalinistas venenosos y una buena proporción de majaderos... no tendría la menor importancia si no fuera porque están alimentados por el PSOE, por Pedro Sánchez. convertido en el verdadero cáncer de España.

En cualquier caso, con "Los catalanes queremos votar", Cataluña ha regresado a 2017. Con ello se demuestra que con los indepes catalanes y vascos sólo sirve lo que Sánchez dice que ha fracasado: la mano dura. Y esto por una razón sencilla: si cedes en algo ante ellos se crecen y sus reclamaciones nunca tiene fin.

Así, de la mano del diálogo y la desjudicialización, Pedro Sánchez ya ha conseguido el enfrentamiento civil en España. Esperemos que no desemboque en guerra civil porque el asunto ha llegado a un punto en el que cualquier cosa es posible.

La verdadera degeneración sanchista llega por el sprint legislativo del Gobierno, paralelo al 'problema catalán": obsesión abortista, objeción de conciencia, destrucción de la familia natural, perversión de la infancia, transexualidad y animalismo

Las tendencias crean hábitos pero los desatinos pueden crea tendencia. Así, contemplar a los neocomunistas de Podemos predicar la democracia no deja de recordar los 'mejores' momentos de la II República... esos que precipitaron la Guerra Civil de 1936-1939.

Y el caso catalán, la reforma de los delitos de sedición y malversación, la renovación del Tribunal Constitucional y del CGPJ, tan sólo encuadran lo que realmente está ocurriendo en el final acelerado de 2022: una degeneración moral del BOE sin precedentes. O sea, el Sanchismo.

La verdadera degeneración sanchista se concreta en el sprint legislativo del Gobierno en el Congreso, paralelo al 'problema catalán': obsesión abortista, objeción de conciencia, destrucción de la familia natural, perversión de la infancia, transexualidad, transhumanismo y animalismo. La batería legislativa de Irene Montero y Ione Belarra, insisto, con el aplauso del PSOE de Sánchez, supone la mayor y más concentrada salvajada legislativa de toda la democracia. Todo en el espacio de dos meses, para intentar que un futuro Gobierno le cueste mucho modificar la barbarie. Y si el Gobierno es del PP, se quedan muy tranquilos, porque apenas modificará nada y además, de lo poco que vaya a modificar se arrepentirá en cuanto lleguen a Moncloa. Acuérdense de reforma del aborto iniciada por Rajoy: no era nada, fue abandonada y le costó la carrera política a Gallardón.

Una España degenerada es condición necesaria para una España rota: ¿quién va a querer dar la vida por un país sin principios? Los proyectos sin valores pueden interesar pero no emocionar. Y los valores españoles no son otros que los principios cristianos.