Pedro Sánchez se presenta ante el electorado como un hombre de centro
En la recta final de la campaña para el 23-J, unas elecciones que el gobierno socio-comunista no tiene por qué perder, Pedro Sánchez se presenta ante el electorado como un hombre de centro. Era su manera de responder a Felipe González, quien, tan sólo 24 horas antes, había pedido que el PSOE deje gobernar a la lista más votada, el PP, "sin pedir nada a cambio".
González es consciente de que España, con Sánchez, más que roja anda rota, y eso le preocupa, como también le preocupa la deriva ideológica del Sanchismo en manos, tanto de los comunistas como de los separatistas. Le preocupa que todo ello haya generado la vuelta al guerracivilismo. Insisto, un lunático, Rodríguez Zapatero, nos devolvió a las dos Españas, que había firmado la paz en el Transición, y el profanador Sánchez ha dado un paso más allá: ahora vivimos en pleno guerracivilismo.
Los viejos socialistas aprendieron de la desastrosa II República que el Frente Popular (socialistas, comunistas y separatistas), no sólo acaba en enfrentamiento fratricida sino que, además, esas malas compañías destrozan al PSOE porque lo fagocitan. De ahí que González pida a Sánchez que deje gobernar al PP, aunque sea en minoría. Es decir, que prescinda de podemitas, de ERC, de Bildu y, ojo, también del PNV montaraz de Ortúzar y Esteban.
Una vuelta al bipartidismo para evitar dos cosas: una guerra civil y la defenestración del PSOE.
Pese a todo, el domingo Sánchez puede ganar, o, al menos, continuar en Moncloa. Además, el bipartidismo no supone la regeneración de España sino su persistencia en el progresismo: con un partido progre de derechas y un partido progre de izquierdas.