Si no consideramos las cosas divinas,
más sí las vanas, insustanciales, fantásticas,
o lo que es peor las prohibidas,
como la Amnistía maldita;
vamos directos al ensueño,
del cual nace el sentimentalismo,
que afianza las ensoñaciones.
Como las que sufren políticos
ambiciosos de poder y soberbios,
que llevan a los pueblos,
a enfrentamientos y divisiones,
derivadas de esas ensoñaciones.
Y rebajan la palabra,
uno de los dones más preciosos,
que ha recibido de Dios el hombre.
Bellísimo regalo, con el que manifestar,
de amor y amistad, altos pensamientos,
con el Señor y sus criaturas;
hasta hacer que se entienda
lo que el Apóstol dice de la lengua:
que es un mundo entero de malicia,
que provocar puede, cuantiosos daños:
mentiras, denigraciones, deshonras,
supercherías, susurraciones tortuosas.