La necedad sigue creciendo entre los activistas en todo el mundo. Unos ecologistas han teñido de negro el agua de la Fontana de Trevi, en Roma, y otros se han encadenado a las vallas de la catedral de Sevilla.

Los primeros son activistas ecologistas del grupo Última Generación y han teñido de negro el agua de la Fontana de Trevi con un líquido de carbono de origen vegetal, eso sí, para protestar contra la inversión en combustibles fósiles. Y ojo, porque la relacionan directamente con las inundaciones que se han producido en la región de Emilia Romaña. Ecologistas y encima catastrofistas, como pueden ver.

En paralelo, en España, activistas científicos del grupo Rebelión Científica se han encadenado a las vallas de la catedral de Sevilla para denunciar el “ecocidio” que creen que supondrá la nueva ley de ordenación de regadíos para Doñana. Otros catastrofistas, que llevaban bengalas de colores y pancartas, donde se podría leer: “Doñana resiste” o “Ante la emergencia climática: ¡Plan de acción ya!”.

Estas prácticas se unen a otras de activistas que se han pegado a cuadros, al suelo o al asfalto; o bien se han puesto a lanzar pasteles o hacer ‘topless’. Todo sea para protestar por distintas causas... y si es en tono catastrofista, mucho mejor. Eso sí, sin pagar los daños que causan con sus protestas, por supuesto.