España no está rota. Si así fuera, el arreglo no tendría muchas complicaciones, pues bastaría con recoger los trozos y pegarlos. Pero no, desgraciadamente, España no está rota. A España le han arrancado su alma cristiana que le daba vida. España está muerta, ya huele y se está descomponiendo. Y solo unos pocos lloran el óbito; los demás, unos están tan a gusto y otros tan orgullosos oliendo a muerto.

Están tan a gusto los herederos ideológicos de los que intentaron, sin conseguirlo, que España dejase ser católica mediante la persecución religiosa durante la Segunda República y la Guerra Civil, persecución que produjo el mayor número de mártires en los 2.000 mil años de la Historia de la Iglesia. Para darnos una idea de la magnitud de dicha persecución basta decir que solo los 2.053 mártires elevados a los altares hasta el momento, que fueron asesinados por los socialistas, los comunistas y los anarquistas, son el doble de los mártires de las persecuciones de los emperadores romanos, durante los siglos I al IV. Y a estos 2.053, habría que sumar los que ya están en procesos de beatificación y los que nunca serán promovidos oficialmente a subir a los altares, a pesar de haber derramado su sangre por la fe.

España está muerta, ya huele y se está descomponiendo

Sí, así es, los herederos ideológicos y políticos de los autores de esta persecución están tan a gusto porque otros les están haciendo el trabajo de demolición de la Iglesia. Y estos otros están tan orgullosos porque se han creído que por hacer de tontos útiles se ganan así el título de católicos democráticos, dialogantes y moderados.

No, la disminución de los efectivos de la Iglesia no la causan sus enemigos externos mediante las persecuciones sangrientas, porque la sentencia proclamada por Tertuliano en el año 197 se ha cumplido siempre: “La sangre de los mártires es semilla de cristianos”. Los que merman el número de los católicos son siempre los enemigos internos de la Iglesia, obispos indignos como Talleyrand o los laicos incoherentes que subordinan la defensa de la fe a su curriculum y a su cuenta corriente.

Y al arrancarle a España su alma cristiana, que durante siglos ha orientado a la sociedad española mediante los cuatro puntos cardinales del bien, el mal, la verdad y la mentira, han impuesto la moral de conveniencia y, en definitiva, el totalitarismo del relativismo.

Los que merman el número de los católicos son siempre los enemigos internos de la Iglesia

Enrique Jardiel Poncela (1901-1952) lo explicó magistralmente con su sentido del humor. Contaba este escritor la historia de un muchachote de San Sebastián, ambientada a principios del siglo XX. Más o menos esto es lo que sucedió, según la versión que recuerdo, aunque Jardiel Poncela lo escribió mejor que yo. Pues sucedió que el muchachote había conseguido su primer empleo y tras la primera semana de trabajo le esperaba su madre toda ansiosa en casa. Aparecer el hijo por la puerta y disparar la madre fue todo uno:

-Bueno, hijo mío, ¿Cuánto te han pagado?

Entonces la criatura, agachando la cabeza, contestó:

-Pues verás, madre. De vuelta a casa, al pasar por delante del casino, entré y he perdido todo el sueldo.

Y la lección de moral por parte de la madre no se hizo esperar.

-¡Qué vergüenza! ¡Has cometido un pecado horrible! ¡Te has manchado con el peor de los pecados con los que se puede manchar un hombre honrado!

Pero con el paso el tiempo, al pecador se le olvidó la lección de moral. Y con el sueldo de otra semana, volvió a entrar en el casino, pero esta vez tuvo la suerte de cara y llegó a su casa con los billetes que se le salían de los bolsillos. Así es que cabizbajo, le dijo a su madre:

-Estoy avergonzado, madre. He cometido un pecado horrible…

Pero la madre, a la vista de lo que salía de los bolsillos, le interrumpió: 

-Pero…, ¿Cuánto has ganado?

-Tanto, porque he desbancado al casino.

-Y si has desbancado, ¿Por qué no has ganado más?

-Porque hay una ley que impide seguir jugando, cuando ya se ha ganado determinada cantidad…

-Pues esa ley es injusta, habría que modificarla, -replicó la madre y prosiguió, dirigiéndose a su marido-, saca el jamón y córtale unas lonchas al chico, que viene agotado, que yo mientras le voy a ir haciendo un par de huevos fritos…

¿Es democrático que Pedro Sánchez haya introducido a los comunistas en su Gobierno? ¿Es constitucional que el presidente del Gobierno esté blanqueando a Bildu?

Y concluye Jardiel Poncela preguntándose: “¿Es pecado o no es pecado el juego?”. Y él mismo se responde: “Pues todo depende de la suerte que se tenga”.

En consecuencia, ¿es democrático o no es democrático que Pedro Sánchez haya introducido a los comunistas en su Gobierno? ¿Es constitucional o no es constitucional que el presidente del Gobierno esté blanqueando a EH Bildu? Y nótese que no me pregunto si todo eso es bueno o malo, conceptos morales que han sido desplazados por la moral de conveniencia, por lo menos desde que la derecha blanqueó a Santiago Carrillo. Si entonces fue democrático y constitucional blanquear a un comunista como Santiago Carrillo, a quien se le acusaba de crímenes más numerosos que todos los que ha cometido la banda terrorista ETA, ¿por qué no va a ser democrático y constitucional, como hace Pedro Sánchez, nombrar ministros comunistas y blanquear a EH Bildu…?

Lo grave de esta situación es que los blanqueadores de Santiago Carrillo no fueron los socialistas. Como ha escrito Paul Preston, Carrillo se convirtió en un “tesoro nacional ensalzado por destacadas figuras de la derecha”, y añadiría yo: “Por destacadas figuras de la derecha y por católicos con pedigrí oficial”.

El primer gran blanqueador de Santiago Carrillo fue Rafael Calvo Serer (1916-1988), incluso antes de que muriese Franco. En el verano de 1974, apareció en público con Santiago Carrillo, para presentar un engendro político al que llamaron Junta Democrática, que al único que benefició fue a Santiago Carrillo, porque todo esto para lo que le sirvió a Rafael Calvo Serer fue para reafirmar su errática trayectoria intelectual y política.

Fueron tantos los que se beneficiaron de ese “tesoro nacional” al que se refería Paul Preston… A todos ellos no les importó emponzoñar la sociedad española, blanqueando la ideología comunista que representaba Santiago Carrillo, la más anticristiana, en cuyo nombre los crímenes en el mundo se cuentan por millones. Y le blanquearon, porque de ese modo lavaban su pasado y aparecían como políticos moderados, dialogantes y democráticos.

Muerto Franco, los grandes beneficiados de ese blanqueo fueron Adolfo Suárez (1932-2014) y su organización política, porque el blanqueo era recíproco. La fundación Fernando Abril Martorell, cuyo patronato presidió Adolfo Suarez, premió a Santiago Carrillo, ya que el dirigente comunista a juicio de los responsables de dicha fundación cumplía lo exigido en las bases para ser merecedor de esta distinción, expresado con estos términos: “Con este galardón la Fundación tiene como objetivo reconocer la trayectoria de personas o entidades que hayan destacado en el impulso de los valores de tolerancia y convivencia y en la defensa de las libertades”.

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá