La ministra de Igualdad, Irene Montero, además de un gran chalet en Galapagar tiene muchas ocurrencias. De momento nos ha dado a conocer la primera de ellas y hoy domingo nos mostrará la segunda, en forma de homenaje a La Dinamitera, para celebrar el día de la mujer. La ocurrencia inicial de Irene Montero ya ha provocado más de un dolor de cabeza en el Gobierno, porque después de lo de “sola y borracha quiero llegar a casa”, otros han tenido que ir detrás de la ministra, arreglando jurídicamente el disparate, porque, como es sabido, en el Parlamento no se debaten ocurrencias, sino, generalmente, proyectos de ley.

¿Y qué agradecimiento reciben los que han arreglado el dislate de la ministra por parte de su marido, que además es vicepresidente del Gobierno? Pues les ha dicho que son unos machistas frustrados, y eso que, en lugar de tirar a la basura la ocurrencia de la ministra, solo se han limitado a eliminar las 25 duplicidades que el texto de la Montero tenía con la legislación de vigente, además de poner correctamente las mayúsculas y las minúsculas, numerar bien los párrafos o quitar las palabras del texto que no existen en el diccionario, porque desde que Irene Montero dijo aquello de “machirulo”, se nos ha venido arriba y se ha creído la María Moliner del siglo XXI.

Pero como a mí se me da mejor la Historia que el Derecho, voy a contarles los rasgos más sobresalientes del personaje a quien Irene Montero rinde homenaje, como su segunda ocurrencia, y presenta como ejemplo a la sociedad española, en el día de la mujer.

La Dinamitera, respondía al nombre de Rosario Sánchez Mora y era natural de Villarejo de Salvanés (Madrid). Su padre, Andrés, era conocido en su pueblo con el alias de “El Carretero”, pues en su taller fabricaba aperos de la labranza y todo tipio de carros y galeras. El Carretero fue el fundador y presidente de Izquierda Republicana de Villarejo de Salvanés. Rosario tenía doce años cuando se proclamó la Segunda República, y su padre la hacía ir a la escuela con lazos tricolores de la bandera republicana en el pelo, y la niña le acompañaba para arrancar las placas con los nombres de las calles de su pueblo, dedicadas a militares o sacerdotes. Al estallar la guerra, Andrés el Carretero, formó parte del “Comité Rojo” de su pueblo.

En la Unión Europea no están por apoyar la exaltación de organizaciones totalitarias, como a la que se afilió nuestra protagonista, que muy poco tiempo después pasó a ser conocida por el alias tan poco amable y nada pacífico de La Dinamitera

Rosario se trasladó a Madrid con 16 años, en 1935, donde comenzó a trabajar como criada. Y allí conectó con un taller, donde daban clase de costura en la calle San Bernardino, que en realidad era un gancho para captar jovencitas, porque el taller de costura pertenecía a las Juventudes Socialistas Unificadas, cuyos responsables se reunieron en Moscú con la dirección de la Internacional Juvenil Comunista para establecer las bases de su organización, sustentadas en el marxismo-leninismo. Y Rosario Sánchez Mora se afilió a esta organización, por lo que debería tener un poco más de prudencia la ministra de Igualdad con los homenajes que promueve, ya que en la Unión Europea no están por apoyar la exaltación de organizaciones totalitarias, como a la que se afilió nuestra protagonista, que muy poco tiempo después pasó a ser conocida por el alias tan poco amable y nada pacífico de la Dinamitera.

Al estallar la guerra, Rosario marchó al frente de Somosierra, y luchó bajo las órdenes de El Campesino, donde según palabras textuales de la costurera convertida en miliciana, en una de sus entrevistas realizada poco antes de morir, en 2008, “en el ejército republicano el respeto a la mujer era impresionante, porque entre nosotros no había machistas ni violadores”.  Y fue en el frente de guerra donde la destinaron a la unidad de dinamiteros. El 17 de septiembre de 1936 le estalló una granada y en el accidente perdió la mano derecha.

Y durante este tiempo que estuvo en el frente hasta que perdió la mano, disfrutó de algún permiso para regresar a Madrid, y hasta tuvo tiempo de viajar a Villarejo de Salvanés: “Me acerqué a mi pueblo. -Manifestó La Dinamitera en la entrevista citada-. Llevaba mi fusil, mi mono, mi gorrito, mis cartucheras… ¡La que se organizó en el pueblo cuando me vieron aparecer así!”.

“Me acerqué a mi pueblo. -Manifestó La Dinamitera en la entrevista citada-. Llevaba mi fusil, mi mono, mi gorrito, mis cartucheras… ¡La que se organizó en el pueblo cuando me vieron aparecer así!”

Lo cierto es que La Dinamitera no tuvo la iniciativa de “la que se organizó” en Villarejo de Salvanés, porque cuando ella llegó ya lo había organizado todo el Comité rojo de su pueblo, del que su padre era un elemento destacado. Y el Comité de Villarejo de Salvanés estaba en conexión con los comités de los pueblos de alrededor, especialmente con el de Rivas Vaciamadrid, donde se había hecho con la alcaldía un personaje bien conocido en el pueblo de La Dinamitera, porque era un jornalero de la UGT, Marciano Rivas Redondo, alias "Pichila" de 26 años, natural de Villarejo de Salvanés.

Pues bien, el comité rojo del padre de la Dinamitera, Andrés “El Carretero”, poco después de estallar la guerra cometió en su pueblo todo tipo de desmanes. Asaltaron la iglesia parroquial, robaron los ornamentos sagrados y pasearon por el pueblo a los animales vestidos con las capas pluviales. Detuvieron al sacerdote, Rufo Orea Pérez, que vivía junto con su hermana Luciana y una sobrina, Encarnación Arenas Orea.

Pocos días después de detenerlos, se presentaron en Villarejo de Salvanés unos milicianos del Comité de la UGT de Rivas Vaciamadrid para ayudar al comité de Andrés, El Carretero, y fueron a por don Rufo. El sacerdote se puso de rodillas, suplicándoles que le mataran a él, pero que no hicieran nada ni a su hermana, ni a su sobrina. Sin embargo, las dos mujeres se agarraron con una mano a los brazos de su hermano y de su tío, porque en la otra llevaban el rosario, y dijeron que donde llevaran al sacerdote, ellas iban también. El 27 de septiembre de 1936 fueron encontrados los tres cadáveres en el término municipal de Arganda del Rey, en la carretera que va desde Arganda a Morata de Tajuña. Los tres cadáveres presentaban heridas de arma de fuego.

La persecución religiosa que se había desatado en  Villarejo de Salvanés, siguiendo el modelo de toda la España roja, no se detuvo en la eliminación de los sacerdotes y la quema de las iglesias. El odio a la fe atacó a todos y a todo lo que tuviera relación con la religión, por pequeña que fuera.

Además del sacerdote de Villarejo de Salvanés, de su hermana y de su sobrina, también fue asesinada una mujer de 63 años, Feliciana Rodríguez Alcaide, que pertenecía a Acción Católica. Y también los mismos verdugos segaron la vida de Félix Muñoz, un hombre de 70 años, fotógrafo de profesión, acusado de haber difundido fotografías de la Virgen para la devoción de los fieles.

Y en estas circunstancias se presentó en el pueblo La Dinamitera, para participar en el asesinato de dos hermanas, Carmen y Paula Muñoz Martínez. En los documentos, la Dinamitera es acusada de estos crímenes, junto con el comité de Villarejo de Salvanés y otra mujer conocida por el alias de "La Barata", que a lo mejor la llamaban así justo por lo que usted está pensando.

Se presentó en el pueblo La Dinamitera, para participar en el asesinato de dos hermanas, Carmen y Paula Muñoz Martínez. En los documentos, la Dinamitera es acusada de estos crímenes, junto con el comité de Villarejo de Salvanés y otra mujer conocida por el alias de "La Barata"

Estas dos hermanas eran conocidas en su pueblo por las obras de caridad que practicaban en el pueblo, acudiendo incluso a casa de los necesitados para lavarles la ropa y hacerles la comida. “Por su fe cristina, -se puede leer en otro documento- siempre patente en ellas, auxiliaban por demás espiritualmente a estos mismos necesitados, haciéndoles hijos de pila a muchos de ellos, intentado llevar su fe y caridad cristiana a todos ellos”.

Transcribo a continuación otro documento de archivo, que cuenta lo que pasó; es la declaración de otra de sus hermanas, recogida en el Sumario 48.310, caja 1.285, folio 1.356: “Que en ocasión de haber sido detenidas y juzgadas a muerte por El Catalán, las hermanas de la dicente, Carmen y Paula, en el pueblo de Villarejo de Salvanés, en el momento de ir a consumar el asesinato de las hermanas, una de ellas pidió a los ejecutores que la dejase hablar unas palabras, cosa que le fue concedida por El Catalán. Diciendo entonces una de sus hermanas que al que la iba a matar le había estado dando de comer durante año y medio, al ejecutor y a su familia, por lo que El Catalán se opuso a que les dieran muerte. Posteriormente en el domicilio de la dicente volvieron a buscar a sus referidas hermanas, y como siguieran el consejo de El Catalán, que consistía en no entregárselas y sí dar aviso a la policía, abrieron los forajidos de Villarejo de Salvanés fuego sobre la puerta del domicilio de la dicente, dando lugar a que sufriera enormes desperfectos la puerta. Llegando oportunamente la policía, lo que impidió que fuesen entregadas las precitadas hermanas de la que habla a los salvajes de Villarejo, pero las llevaron a la checa de Bellas Artes de Madrid, de donde fueron puestas en libertad después de 10 horas. Que en vista de que los individuos del pueblo de Villarejo de Salvanés no cesaban en la persecución de sus hermanas optaron por trasladarse al Puente de Vallecas, Ateneo Libertario, del que era jefe El Catalán, ya que según ofertas de este individuo dijo que no se preocupasen, ya que en el momento que fuesen los de Villarejo reclamando a las hermanas Muñoz, los desarmarían y les impedirían por todos los medios llevárselas. Que no obstante estas seguridades, las hermanas Muñoz fueron entregadas a estos elementos por el Ateneo Libertario del Puente de Vallecas, por lo que cree la que habla que El Catalán, como jefe de aquel Ateneo, es el responsable directo de la entrega de sus mencionadas hermanas. Que le consta a la dicente que los cadáveres de sus hermanas aparecieron entre el puente de Arganda y la finca de Pajares, que el cadáver de su hermana Carmen ofrecía mutilaciones en los pechos, producidas por mordiscos, y que según referencia del pueblo las violaron antes de efectuar el asesinato de las mismas”.

No le debió ir mal con la venta de cigarrillos a la Dinamitera, porque con los años pudo alquilar un estanco en Vallecas, cuya titularidad estaba reservada para las viudas de militares

La Dinamitera al concluir la guerra fue apresada y juzgada. Le pidieron pena de muerte, pero por ser menor de edad la condenaron a treinta años de cárcel. Acogiéndose a los indultos de Franco, a los tres años de estar en prisión quedó en libertad. Se ganaba la vida vendiendo cigarrillos en un puestecillo ambulante, que la policía le permitía tener en un lado la puerta del entonces edificio de Correos, que hoy es sede del Ayuntamiento de Madrid. Al otro lado de la puerta de Correos y en otro tenderete, también vendía cigarrillos un hombre que se había quedado completamente ciego, después de participar en el fusilamiento de la imagen del Corazón de Jesús del Cerro de los Ángeles, de lo que confesaba estar arrepentido.

No le debió ir mal con ese negocio a la Dinamitera, porque con los años pudo alquilar un estanco en Vallecas, cuya titularidad estaba reservada para las viudas de militares, y esos traspasos eran tan apetecidos y caros como una licencia de taxi en Madrid. Y regentando ese estanco se jubiló y, posteriormente, murió hace ahora 12 años.

Javier Paredes

Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá