En mi visita a la capital de Cantabria el pasado 19 de marzo me lleve una muy buena impresión del director del Ateneo de Santander, Manuel Ángel Castañeda, todo tesón por mantener viva esta institución centenaria al servicio de la cultura. Me llamó la atención el interés con el que asistió a todo el acto, sentado en la primera fila. Y es que la sesión tenía una especial importancia para la ciudad, porque como me manifestó el escritor santanderino Enrique Álvarez, las Apariciones de Garabandal están siendo objeto de un mayor interés en Cantabria cada día, la prueba es que se ocuparon todas las butacas del amplio salón de actos del Ateneo.

Relacionado

El acto, como les decía el domingo pasado, había sido organizado por España con Garabandal. Participé junto con Jorge Fernández Diaz; Félix A. Pascual, autor del libro Garabandal, experiencia de un peregrino; y la doctora Elsa Martí Barceló, médico de familia y psicoterapeuta.

Manuel Ángel Castañeda, director del Ateneo de Santander, a la izquierda de la doctora Elsa Martí, junto con los participantes en el acto de ‘Garabandal, lo difícil es no creer’ (19 III 2024)

Manuel Ángel Castañeda, director del Ateneo de Santander, a la izquierda de la doctora Elsa Martí, junto con los participantes en el acto de ‘Garabandal, lo difícil es no creer’ (19 III 2024)

Al comenzar su intervención, la doctora Martí Barceló afirmó que había venido al Ateneo de Santander “para defender los aspectos negativos de Garabandal, las dudas y negaciones de cuatro inocentes niñas”. Y como una sacudida se removió todo el auditorio. Y aquello solo fue el principio de una brillantísima y original intervención del aspecto más contradictorio de las apariciones de Garabandal, como es las negaciones de las niñas videntes. Me pareció de tal importancia esta intervención, que el domingo pasado les prometí comentarla. He preferido no poner nada de mi parte y le he pedido el texto de la explicación de las negaciones. Pueden ustedes escucharla en este enlace, o leer el texto que les transcribo a continuación:

“¡Que las niñas negaron es una realidad! Una realidad utilizada por muchos para no creer, y que, sin embargo, para los que creemos reafirma todavía más la credibilidad, evidencia y certidumbre en estas Apariciones.

La credibilidad porque se cumple la profecía, lo que la Virgen dijo en 1961: “Llegará un momento que negareis las Apariciones”… Una afirmación a la que Mari Loli en éxtasis respondió con una pregunta muy lógica: ¿Cómo vamos a decir que no te hemos visto si te estamos viendo?

Una respuesta espontánea, sensata y razonable, fundamentada en la lógica, lo que en ese momento ella estaba viendo. Una respuesta que deja entrever a día de hoy la inocencia y candor de una niña de 12 años, la ingenuidad e ignorancia, falta de saber, conocimiento y experiencia de la naturaleza humana extensible a las cuatro niñas protagonistas de esta historia y que hoy sin duda son motivo de reflexión por mi condición de creyente, por mi profesión de médico de familia, especialista en psicoterapia psicoanalítica.

Sí, hoy queridos amigos, quiero compartir con vosotros lo que el corazón me pide porque es de justicia hacer… una reflexión profunda y sincera no solo sobre por qué estas niñas negaron, también por qué otros lo hicieron, en el escenario que a mi entender corresponde, el Ateneo de Santander, el confesionario como lo llama un buen amigo de Garabandal, donde se viene a pedir perdón a la Virgen por haberla rechazado, donde se viene a decirle que la queremos y le agradecemos haber venido, haberse quedado para derramar sus gracias a todo aquel que se acerca a este lugar, el lugar donde el doctor Morales se retractó de haberla negado el 30 de mayo de 1983, el lugar donde pidió que “los años de vida que aún le quedaban trascurrieran a su sombra…”.

La idea hoy es demostrar cómo todos en algún momento, las niñas y la autoridad competente encargada de examinar los hechos acaecidos en Garabandal recurrieron al mecanismo de la negación, negar las Apariciones, para sobrellevar una realidad que les sobrepasaba, incluso me atrevería afirmar que les resultaba incomoda.

La estrategia psicológica a la que las personas de forma inconsciente recurren para mantener en equilibrio mente y corazón ante las adversidades y conflictos psicológicos que se les presentan. Esa respuesta natural y comprensible ante una realidad desbordante, abrumadora en el caso de las niñas y desafiante, difícil de aceptar y asumir por el contenido de los mensajes para las autoridades de la  jerarquía eclesiástica.

¿Cómo vamos a decir que no te hemos visto si te estamos viendo?

Sí, queridos amigos, esta tarde estoy aquí, para defender los aspectos negativos de Garabandal, las dudas y negaciones de cuatro inocentes niñas. Para argumentar por qué estas mentes, jóvenes e inmaduras utilizaron la negación como mecanismo de defensa y protección para enfrentar cambios significativos de su vida. Para razonaros cómo, sin ser consciente de ello, fue su mecanismo de adaptación para no entrar en conflicto con un mundo complejo, la realidad del momento y con ellas mismas, para evitar el dolor de ser abandonadas, cuestionadas, enjuiciadas o ser su familia objeto de burla. Hoy estoy aquí para justificar su proceder, distanciarse de una realidad, mundo hostil, donde personas que ellas admiraban, respetaban y querían obedecer no las creían o dudaban de ellas.

La negación fue una vía de escape, el respiro del cielo para evadirse de una existencia angustiosa, sofocante y opresiva. Una realidad conformada por situaciones de estrés, temor e inseguridad, afectos negativos con los que su conciencia era incapaz de lidiar, a pesar de haber vivido la experiencia más maravillosa: ver, sentir y estar con la Santísima Virgen.

Permitidme pues una breve descripción del ambiente, las circunstancias, en que tuvieron lugar las negaciones para entender todo lo que os he comentado…

Agosto 1961, pasados 40 días de las Apariciones de la Santísima Virgen, Conchita acude a Santander a petición de la Comisión encargada de examinar los hechos…

Me querían llevar porque decían que yo era la que obsesionaba a las otras” (Padre J.R. García de la Riva, Memorias de un cura de aldea).

Conchita, tras pedir permiso a la Virgen, obedientemente acude a Santander convencida de hacer lo correcto…

Tras contestar infinidad de preguntas sobre lo que había visto y vivido, la niña se rompe y hace la siguiente afirmación:“Sabe lo que le digo, lo mío no es cierto, pero lo de las otras a lo mejor sí…”.

Mari Loli: Nos llenaron de dudas y llegamos a negar. La Virgen así nos lo había anunciado, nos dijo que negaríamos lo que habíamos visto, pero yo ahora estoy segura de que aquello fue real

Inimaginable fue lo que sucedió después, momentos antes de la firma de su declaración solemne de negación… La respuesta del cielo por lo que su negativa firmada quedó desvirtuada como bien nos cuenta Sánchez Ventura en Las Negaciones de Garabandal… Lo que la Divina Providencia dispuso, consciente de la intención de separar a Conchita de las otras niñas para que no influyera en ellas… Lo que la Virgen hizo que ocurriese para contrarrestar la coacción e intimidación a la que Conchita había sometida para negar que la había visto.

Sí, queridos amigos, la Santísima Virgen, en misión de rescate, se manifestaba una vez más en los pinos de Garabandal, a 90 kilómetros de distancia de Santander, a Mari Loli, Jacinta y Mari Cruz. Las tres niñas entraban en éxtasis a la vez que también lo hacía Conchita en la iglesia de la Consolación de Santander a la misma hora, nueve horas de la noche. Hecho confirmado por Juan Álvarez Seco, brigada de la Guardia Civil, al igual que por el P. Don Valentín Marichalar.

Continúo transcribiendo palabras exactas extraídas del Diario de Conchita referentes a este suceso:“Ese día me hicieron varias pruebas conmigo. Y cuando se terminó la aparición, me metieron en una oficina con un sacerdote, el Padre Odriozola y un médico, el Dr. Piñal, el cual quiso hipnotizarme para preguntarme cosas… Me decían que cómo había hechos esas cosas, que estaba loca, que estaba engañando al mundo de esa manera. Al día siguiente me llevaron donde los médicos para ver si estaba enferma, me llevaron donde uno que se llama Morales y varios más… Y todos me decían que estaba bien, y que esto de las apariciones era un sueño. Y decían que me dejaran allí en Santander para que me distrajese, para que me olvidase de todo y no volviera a tener más apariciones…”.

Sabe lo que le digo, lo mío no es cierto, pero lo de las otras a lo mejor sí…

Entre los hechos curiosos de la estancia de Conchita en Santander cabe destacar:

La visita de Conchita a una peluquería. El P. Eusebio García de Pesquera, en su maravilloso libro Se fue con prisas a la montaña, relata cómo a Conchita le cortaron las trenzas porque suponían que ellas tenían una fuerza extraña sobre las otras niñas.

Así como la declaración que hace Conchita al Padre J. Ramón Andreu, tras su estancia en Santander, después de conocer la playa, participar de las ferias, ser seducida con placeres terrenales para que olvidara las apariciones. Una declaración donde tras negar, manifiesta que sigue viendo a la Santísima Virgen:“Me ha declarado la Virgen que no me vino a ver más veces, porque yo iba a la playa. Pero ahora ya me he confesado…”.

A los ocho días de su estancia en Santander, no conforme con la situación, mucha playa, pocas misas y comunión, Aniceta, madre de Conchita, acompañada de su hermana Maximina, se desplaza a Santander con intención de llevarse a su hija de vuelta a Garabandal.

El Dr. Piñal, disconforme con la decisión de la madre, intenta convencer a Conchita para que se quede. Transcribo a continuación las palabras utilizadas por este extraídas del libro Se fue de prisa a la montaña, del Padre Eusebio García de Pesquera: “No sé cómo eres tan tonta queriendo volver al pueblo, aquí serias una señorita. Cómo te empeñes en hablar de las apariciones serás una desgraciada, porque te declararemos loca y te encerraremos en un manicomio. Y tus padres irán a la cárcel…”.

Palabras imprudentes, intimidantes y bochornosas, que denotan maltrato psicológico y mala praxis profesional. Pero sigamos con este relato que os aseguro no tiene desperdicio.

Febrero de 1966, terminadas ya las Apariciones, Conchita, de 17 años, viaja a Pamplona con intención de ser religiosa e ingresa en el Colegio-Noviciado de las Carmelitas de la Caridad Pamplona. El colegio, donde se la trató duramente según el P. José Ramón García de la Riva. Aquel en el que un confesor la amenazó con no absolverla, si no negaba las Apariciones… Trascribo al pie de las palabras que utilizó: “Si no prometes decir en el pueblo y a los que allí suben que los has engañado, te rehusó la absolución…”.

Una advertencia que se encargó de recordar incluso en verano, mediante una carta escrita, donde le insistía cómo él había condicionado la absolución de los pecados a la negación de las Apariciones…

Verano de 1966, Conchita empieza a experimentar grandes dudas, tras regresar a su pueblo natal y reencontrarse con sus amigas. Dudas entendibles y razonables, multiplicadas y acrecentadas por las conversaciones mantenidas con el párroco de entonces, Don José Olano, no creyente de las Apariciones, el que todavía a día de hoy sigue negando el milagro de la comunión visible según fuentes consultadas. El sacerdote que sustituyó al Padre Marichalar, testigo y creyente de las Apariciones.

Y así fue como el 15 de agosto de 1966, Conchita, víctima de la ansiedad y tristeza le reconoció al párroco que no había visto a la Virgen y que quería decir al obispo que todo fue objeto de una ilusión, un sueño o una mentira. Una negación poco consistente para mi parecer teniendo en cuenta el estado anímico en el que se encontraba la joven.

Finalizadas las vacaciones de verano, el 28 de agosto, Conchita regresa de nuevo al Colegio de Pamplona. Dos días después, 30 de agosto, recibe una visita muy especial, la del obispo de Santander, Monseñor Puchol. Sin previo aviso, este se desplaza a Pamplona acompañado de tres personas, entre los que se encontraba el párroco de la aldea, Don José Olano, para interrogar a la joven.

Tras siete horas de interrogatorio con pausa para comer, Conchita niega las Apariciones firmando una hoja en blanco, según refiere su madre, Aniceta.

Comportamiento poco acertado y muy criticable el que tuvo entonces Monseñor Puchol, Obispo de Santander, si tenemos cuenta que ese interrogatorio de tercer grado no había sido autorizado por Aniceta, madre de Conchita. Quien expresamente había dicho en el colegio que no quería que la niña recibiese visitas o entrevistas por estar la niña en aquel periodo tenso de su vida. Queridos amigos, si esto sucediera hoy, Monseñor Puchol sería titular de muchos medios de prensa.

Pero sigamos con lo sucedido después. Aniceta, tras lo ocurrido, con mucho criterio decide trasladar a su hija a otro colegio. No quería que regresase al pueblo, no quería que fuese víctima de chismes y habladurías de vecinos y forasteros.

Así es como llega Conchita al Colegio de las Concepcionistas de Burgos ,donde permaneció el curso 1966/1967, bajo la dirección de la Madre Nieves, quien junto con el Padre Guerra, se ocupó de su formación y dirección espiritual. Un colegio donde, por decisión consensuada, se acuerda mantener a Conchita en el anonimato, ocultar su identidad bajo el nombre de María González a profesores y compañeros. Un nombre que todavía hoy utiliza cuando no quiere darse a conocer.

En palabras de la Madre Nieves: Una decisión que dice mucho sobre la entereza de su carácter… su falta de vanidad, pues supo callar y pasar inadvertida …”.

Semana Santa de 1967, el viernes de Dolores, medios de comunicación de España y del extranjero se hacen eco de la nota condenatoria de Monseñor Puchol sobre las Apariciones de Garabandal.

Conchita recibe la noticia en la que se “atribuye todo a un inocente juego de niñas” disfrutando en el pueblo de sus vacaciones de Semana Santa.

Monseñor Puchol no solo había entrevistado a Conchita, también a Mari Loli y Jacinta los días 7 y 17 de septiembre y 11 de octubre 1966.

En referencia a la declaración de una y de otra, me gustaría resaltar dos aspectos: la falta de solidez de la declaración de Jacinta, manifiesto claro de su estado de confusión: “Si las apariciones no fueron verdad para las otras, tampoco lo habrán sido para mí”. Padre D. Félix Ochayta, mariólogo, así como la declaración que hizo Mari Loli en 1977 al diario Cántabro: Nos llenaron de dudas y llegamos a negar. La Virgen así nos lo había anunciado, nos dijo que negaríamos lo que habíamos visto, pero yo ahora estoy segura de que aquello fue real”.

Alonso, en Testimonios sobre las apariciones de Garabandal, hace referencia a cómo Jacinta fue amenazada con la excomunión. “Si no negábamos, nos dijeron que nos descomulgaban. La joven que desconocía el significado de aquella expresión, pregunto qué significaba descomulgar. A lo que respondieron que la excomunión lleva aparejada la imposibilidad de comulgar, recibir la absolución de los pecados, y que, en hora de la muerte, no podrían ni tan siquiera ser enterradas en un cementerio, sino fuera de él, como los perros…”.

Veamos ahora el impacto y la tensión que provocó en el ambiente la nota condenatoria de Monseñor Puchol:

En palabras de Conchita a la Madre Nieves: “Reacciones negativas e insultantes de algunos extranjeros. Escenas tensas dentro y fuera de la familia… Está claro una vez más se cumplía lo que la Virgen nos había dicho, unos y otros os enfrentareis y contradeciréis …”.

Palabras corroboradas por el testimonio de muchos testigos donde se reafirman en lo dicho por Conchita: “Como unos las defendían, otras las atacaban incluso intentaron exorcizarlas”. Si a esto se añade titulares de prensa sensacionalistas como “las falsas videntes de Garabandal, un juego de niñas que ha durado seis años”, es más que imaginable lo difícil que debió resultar entonces la convivencia en este pueblo, la relación entre familias, entre padres que no firmaron las negaciones a pesar de que sus hijas lo hicieron.

Si las apariciones no fueron verdad para las otras, tampoco lo habrán sido para mí

A colación del tema de las negaciones quiero resalta un fenómeno que se da en este tipo de experiencias. El P. Félix Ochayta explica como los fenómenos de duda y negaciones son comunes en este tipo de experiencias místicas. Sirva como ejemplo grandes santos de la Iglesia, Santa Teresa de Jesús, Santa Bernadette Subiros, Santa Catalina Laboure, el Beato Bernardo de Hoyos, o la queridísima Sor Lucia de Fátima.

Termino esta exposición con las palabras de dos sacerdotes que para mí son muy significativas: las del P. Félix Ochayta, mariólogo de reconocido prestigio, así como las pronunciadas por el jesuita Lucio Rodrigo desde la Universidad de Comillas. Palabras a las que me sumo incondicionalmente.

P. Ochayta: Aquellas negaciones ni fueron absolutas ni se dieron en las circunstancias propicias, sino en momento de dudas, temores y algunas presiones de personas con autoridad…”.

P. Rodrigo: “Nuestra creencia en los fenómenos de Garabandal no se ha fundado sobre lo que las niñas han dicho, sino sobre los hechos contrastados por mí personalmente y por muchos otros testigos. Nadie tiene razón de destruirlas ni aun de atenuarlas simplemente por lo que en la actualidad o aun en el futuro puedan las niñas decir. Ellas estarían en una ilusión, pero no nosotros…”.

En Garabandal, el pueblo habla de Ramón Pérez, tendréis oportunidad de conocer testimonios fiables, testimonios sinceros de personas que vieron porque estaban allí, como también en otros muchos libros el resultado de las investigaciones de prestigiosos médicos como el Dr. Puncernau, Dr. San Juan Nadal, Dr. Gallego y Dr. Ortiz sobre unos éxtasis inexplicables para la ciencia. Unas investigaciones de las que he hablado en otros encuentros.

Sumémonos pues a lo que expertos teólogos afirman: “Que más que hablar de negaciones habría que hablar de “vacilaciones momentáneas” perfectamente comprensibles en la situación que se encontraban y que os acabo de comentar…”.

Así pues, no dejemos que nos manipulen aludiendo a las negaciones para tergiversar, falsear los hechos acaecidos en San Sebastián de Garabandal. No dejemos que nos confundan con la valoración de “una comisión que nunca existió” en palabras de Javier Vildosola, antropólogo de la segunda comisión. No dejemos que nos convenzan de que esto es un inocente juego de niñas.

Defendamos en un acto de amor a la verdad unas apariciones tratadas injustamente sin fundamento, sin rigor científico, sin escuchar a multitud de testigos, sacerdotes y médicos prestigiosos que saben lo sucedido porque vieron, estaban allí.

Defendamos a unas niñas educadas en la fe y obediencia, amenazadas por personas que admiraban, respetaban y querían obedecer. Tomemos conciencia, como en el caso de Fátima, de que fue la autoridad civil la que amenazó a los pastorcitos con meterlos en aceite hirviendo si no negaban, y cómo en Garabandal, fueron las autoridades de la jerarquía eclesiástica las que coaccionaron, intimidaron a estas niñas. Defendamos estas Apariciones porque Ella, nuestra Madre del cielo, lo merece.

Unas apariciones tratadas injustamente sin fundamento, sin rigor científico, sin escuchar a multitud de testigos, sacerdotes y médicos prestigiosos que saben lo sucedido porque vieron, estaban allí

Quiero terminar y ahora sí que termino, hablando de lo que para mí significan estas negaciones: un respiro temporal de una Madre generosa. Un viaje en el túnel del tiempo, amnesia temporal que llamamos los médicos, orquestado por una Madre que se preocupa. Sí, queridos amigos, las negaciones fue el mecanismo utilizado por la Santísima Virgen para recuperar emocionalmente a las protagonistas de esta historia, tras la presión psicológica a la que habían sido sometidas.

Y así fue cómo después de la tempestad, llegó la calma… Cuando cedió la presión, las cuatro videntes sin excepción se reafirmaron en el hecho de que habían visto a la Virgen. Primero fue Jacinta, después Conchita, Mari Loli y Mari Cruz”.

 

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá