La ocurrencia del nombramiento de “obispas” que ha tenido Esteban González Pons no puede calificarse sin más de una astracanada y quedarse solo en eso, como así lo han hecho las críticas de autores en diversos medios, incluso en algunos de información religiosa. La cuestión es menos simple de lo que parece, parafraseando la frase del filósofo.

En primer lugar, aunque dicha propuesta sea un disparate, tan curiosa ventolera se merece una reflexión porque el autor, a pesar de su menguada valía intelectual, ha tenido y tiene un importante peso político. Por no recordar todos los cargos que ha desempeñado, sobre todo en los años en los que gobernaba en España su partido, baste señalar que en la actualidad Esteban González Pons es vicesecretario general del PP y vicesecretario tercero del Parlamento Europeo.

Sin darse cuenta -ni González Pons, ni sus críticos-, la propuesta del nombramiento de obispas es una consecuencia lógica del trato que han dado a la religióncatólica la UCD primero, AP después y el PP en la actualidad. Tengo para mí, que cuando pasado un tiempo la Historia juzgue con calma la Transición española, la caracterizará más que como un proceso de democratización, como un proceso de descristianización en el que han colaborado los católicos, que han actuado en política y que han vivido de la política, pues para comprender bien todo el proceso no hay que olvidar lo del plato de lentejas.

Si de entrada se acepta que toda religión establece una relación entre el hombre y Dios, hay que decir que el cristianismo es algo más que una religión, pues es una fe en la plenitud de la Revelación realizada por Jesucristo, el Verbo Encarnado y Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Por lo tanto, el cristiano debe tener un respeto absoluto al depósito de la fe. Es decir, el cristiano debe vivir de acuerdo con el principio de que Dios está por encima de las ocurrencias humanas, entre otras la ocurrencia de la política.

Sin darse cuenta -ni González Pons, ni sus críticos-, la propuesta del nombramiento de obispas es una consecuencia lógica del trato que han dado a la religión católica la UCD primero, AP después y el PP en la actualidad

A diferencia de las religiones anteriores al cristianismo, en las que no había distinción entre lo civil y lo religioso, la novedad de la enseñanza de Jesucristo es que hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Sin olvidar que como el César también es hombre está obligado a dar Dios lo que le corresponde, principio con el que se gobernó la Cristiandad durante siglos.

Pero volvamos al principio, la aparición de los cristianos creó un conflicto en la Roma imperial que había divinizado la figura del emperador. En efecto, los cristianos estaban dispuestos a obedecer las leyes del Imperio, pero se negaron a echar incienso a la estatua del emperador de turno. En consecuencia, fueron condenados al martirio, acusándoles de ser ateos por no rendirse ante la religión oficial de Roma y de ser malos ciudadanos pues se negaban a rendir un culto religioso a la autoridad civil. Y de su ejemplo martirial quedó fijada la enseñanza con nitidez de que había que obedecer a Dios antes que a los hombres, aunque en el empeño estuviera la vida en juego, y no digamos nada si lo que está en juego solo es el sueldo o el cargo de diputado o de ministro.

Quedaba planteada desde entonces esta pregunta: ¿Quién manda el mundo?, lo que enlaza sin solución de continuidad con el sentido de la Historia. A lo largo del tiempo y en la práctica, se han propuesto distintas finalidades de la Historia, como la grandeza del Imperio, la unidad del partido, la fortaleza del sindicato, la expansión de la empresa y hasta la pureza de la raza… Sin embargo, como el fin de la Historia coincide con el fin de cada vida humana, hay que decir que el fin de la Historia no es otro que el hombre sea plenamente hombre, que vuelva a Dios, que sea santo.

Así las cosas, hay que seguir preguntándonos ¿Es el César, entonces, el que debe decir lo que hay que hacer o incluso puede imponer su voluntad, o es cada hombre libremente, con la ayuda del César y del resto de los hombres si se prestan, el que tiene que decidir lo que hay que hacer para alcanzar el fin de su vida? Y se entiende entonces que para la orientación de los cristianos a la hora de tomar estas decisiones fuera decisivo el nombramiento de los obispos. De modo que durante la pervivencia de la Cristiandad, que era así como se denominó antiguamente a Europa, y para conciliar los intereses de Dios con los del César, se llegó a la fórmula de la regalía conocida como derecho de presentación, según la cual el poder civil presentaba a los candidatos para que el Papa decidiera a cuál de ellos consagraba como obispo.

¿Es el César, entonces, el que debe decir lo que hay que hacer o incluso puede imponer su voluntad, o es cada hombre libremente, con la ayuda del César y del resto de los hombres si se prestan, el que tiene que decidir lo que hay que hacer para alcanzar el fin de su vida? Y se entiende entonces que para la orientación de los cristianos a la hora de tomar estas decisiones fuera decisivo el nombramiento de los obispos

Y tras esta introducción histórica, pasemos de las musas al teatro, para conocer el trato que ha recibido la religión en España después de la muerte de Franco, sin que en tan grande polvareda se nos pierda don Beltrán, es decir, Esteban González Pons, el partidario del nombramiento de obispas.

En uno de sus libros, el periodista Luis Herrero cuenta con detalle algunos acontecimientos del comienzo de la Transición. Me refiero a su libro Los que le llamábamos Adolfo, título que se justifica por la estrecha relación política y familiar que Adolfo Suárez (1932-2014) mantenía con el padre de Luis Herrero. Esto es lo que se cuenta la página 139 del citado libro, en relación con la exigencia que le planteó Juan Carlos de que dejara de ser del OpusDei, si quería ser presidente del Gobierno:

“Me lo contó años después JavierAyesta, director de la Oficina de Información de la Obra. Ayesta, que hablaba regularmente con Adolfo, trató de ponerse en contacto con él el mismo día 3 de julio [1976]. Y luego los días siguientes, pero no hubo forma de que respondiera a sus llamadas. Dos vocaciones habían entrado en conflicto de intereses por exigencia real y Adolfo tenía muy clara cuál de las dos debía prevalecer”.

La salida de Adolfo Suárez del Opus Dei tiene en este caso su importancia, por tratarse de una institución de la Iglesia que tiene como carisma propio la santificación del trabajo, porque tras este abandono del Opus Dei por parte de Adolfo Suárez, quedó establecido para aviso de navegantes que política y santificación eran términos excluyentes. Claro que los católicos metidos en política, que siguieron la estela de Adolfo Suárez, como católicos moderaditos que eran no fueron tan radicales como él y no se arrancaron la divisa de sus lomos, y a cambio adoptaron la incoherencia como pauta de sus actuaciones. Por este motivo han sido muy excepcionales los comportamientos coherentes de los católicos durante el ejercicio de su actividad política. De todos los católicos que han sido ministros, diputados o senadores  yo solo conozco dos casos que se hayan portado con coherencia, uno es el de BlasPiñar (1918-2014) y otro el de la socialista catalana Mercedes Aroz, que tras su conversión en 2007, por estar en contra de la aprobación del matrimonio entre homosexuales y del aborto, abandonó su escaño en el Senado, se dio de baja en el PSC y abandonó la política.

Para tranquilizar conciencias, el comportamiento incoherente de los políticos católicos se acogió a lo del mal menor, que es la fórmula cobarde e hipócrita del relativismo moral, pues el interesao siempre podrá aducir para justificar sus fechorías morales un mal mayor, ya existente o el que cada uno se invente que pudiera suceder en un futuro. Y este mismo tranquilizante de conciencias del mal menor fue el que utilizaron los votantes a lo hora de depositar su papeleta en las urnas.

La salida de Adolfo Suárez del Opus Dei tiene en este caso su importancia, por tratarse de una institución de la Iglesia que tiene como carisma propio la santificación del trabajo, porque tras este abandono del Opus Dei por parte de Adolfo Suárez, quedó establecido para aviso de navegantes que política y santificación eran excluyentes

Y a todo esto ¿qué pasaba con los obispos? Pues que se anunció a bombo y platillo que el Estado español renunciaba a la presentación de ternas para que la Iglesia tuviera plena libertad en el nombramiento de los obispos, lo que sin embargo no equivale a que los nombrados no se hayan sometido a los dictados del sistema.

Como comprenderán, ahora no me voy a meter yo a sexador de obispos independientes del poder político. Pero desde luego lo que es un hecho incuestionable es que los medios de comunicación de la Conferencia Episcopal Española han cambiado el conocido lema de “fuera de Iglesia no ha salvación, por el de “fuera del PP no hay salvación”. Y para comprobarlo basta con escuchar solo un ratito la COPE o 13 TV.

De modo que después de lo que los dirigentes de la derecha pagana han hecho con los obispos, durante la Transición, que ha generado la creencia muy extendida entre los votantes católicos de que “fuera del PP no hay salvación”, la propuesta del nombramiento de obispas que ha hecho Esteban González Pons es una manifestación más de poner a Dios al servicio del César. Pero en este sentido, como estratega de la derecha pagana se equivoca Esteban González Pons, porque lo del nombramiento de obispas tiene menos interés para su partido que el tener controlados a los obispos que deciden la orientación de los medios de comunicación de la Conferencia Proba Episcopal. Y ya puesto a proponer nombramientos episcopales, Esteban González Pons se podría haber fijado en Fernando Giménez Barriocanal, vicesecretario para asuntos económicos de la Conferencia Episcopal Española, que bien se merece que Esteban González Pons le hubiera propuesta para obispo por los servicios prestados al PP como presidente y consejero de COPE y 13 TV ¡Menudo chollo de obispo que tendría el PP con este personaje!

En consecuencia, con toda seguridad que después de que Alberto Núñez Feijóo lea este artículo, convoca para mañana mismo al comité de disciplina del PP para que le ponga una sanción a Esteban González Pons… ¡Por torpe!

 

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá